viernes, 15 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 75

Pedro estaba allí de pie, con los pies separados, la cabeza erguida, frotándose el puño derecho con la mano izquierda. Tenía los ojos brillantes y las aletas de la nariz abiertas para respirar profundamente. Paula estaba jadeando también, la boca abierta y seca, sin poder retirar la vista de la poderosa imagen que tenía ante ella. Pedro dió un paso hacia ella para asegurarse de que estaba bien y Paula se movió ligeramente de su sitio, lo suficiente para que él se detuviera en seco. A continuación su mirada se suavizó y tragó con dificultad varias veces.


-Pedro. Gracias... Quiero decir, él estaba.. -Paula trató desesperadamente de contener las lágrimas que amenazaban con aflorar a sus ojos-. Estaba decidido. Si no hubieras aparecido cuando lo hiciste...


-Lo sé. No tienes que decirlo -susurró Pedro preocupado y confuso a la vez.


-Estoy... Estoy bien -insistió Paula llorando.


-Paula -Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para que la voz le saliera-. Déjame acercarme a tí. Necesito saber que no estás herida.

 

Ella extendió una mano para que él no traspasara la distancia. Ya estaba temblando sin tenerlo a su lado, mirándola como lo estaba haciendo. Entonces bajó la mirada hacia Diego y apartando un momento sus propias emociones, se dio cuenta de que no se había movido desde que había caído.


-Pedro, lo has dejado inconsciente. De un solo puñetazo.


-Lo sé.


-Eres un luchador entrenado. Te podría demandar por agresión y probablemente ganaría.


-¿De verdad crees que ganaría?


-Creo que tienes mucha práctica y eres muy apasionado, Pedro; no estoy segura de que puedas controlarte.


-Por todos los santos, Paula, ¿Tienes idea de lo que le podría haber hecho si hubiera querido castigarlo de verdad? Pero más importante, ¿Tienes idea de cuál es el objeto de tanta pasión? ¿Mi único objetivo en las últimas semanas y todavía en este momento?


Paula había dejado de respirar, consciente repentinamente del aire frío de la noche y del sensual temblor que sacudía su cuerpo de la cabeza a los pies. Pedro pareció notar la actitud de ella y sin pensárselo pasó por encima del hombre en un rápido movimiento y la tomó entre sus brazos. De pronto toda la ansiedad y el miedo desaparecieron en aquel cálido abrazo, sus labios se unieron en un beso salvaje y desesperado como si llevaran toda una vida amándose y esperando aquel momento para consumar su deseo. Paula le rodeó el cuello con los brazos disfrutando de la sensación de placer que le producía acariciarle el cabello. Pedro por su parte cerró sus potentes brazos alrededor de su cuerpo, acariciando el lugar en el que antes la barandilla la había lastimado. Sus fuertes manos eran como un bálsamo cálido y protector. Paula se puso de puntillas y Pedro se curvó para poder estar más cerca de ella. El beso se fue haciendo más apasionado y las lenguas se entrelazaron con fuerza en un torbellino de pasión descontrolada, mientras luchaban por acercar sus cuerpos desesperadamente necesitados el uno del otro.

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