miércoles, 27 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 15

 —Eso es lo que digo, que tienes algo que ganar.


—¿Seguro? —preguntó ella en voz baja, pero Pedro no la oyó, o tal vez pensó que no merecía la pena responder. Evidentemente, la respuesta era «No».


La ciudad pronto dejó paso a la vegetación, cada vez más densa, hasta que estuvieron rodeados. La selva parecía dispuesta a invadir a su rival de cemento en cuanto tuviese oportunidad. La curiosidad superó al deseo de limitar su conversación con Pedro.


—¿Como empezaste a interesarte por estas minas en particular?


Una de sus manos estaba acariciando indolentemente el volante, la otra sobre su muslo. Era un buen conductor; prudente, pero rápido. Cuando la miró, Paula sintió como si estuvieran envueltos en un capullo de exuberante vegetación. No existía nada más. Él volvió a mirar la carretera.


—Las abrió mi abuelo cuando encontraron bauxita. La zona fue saqueada, devastada de vegetación y los indios nativos expulsados para montar un campamento. Fueron las primeras minas de mi familia y, por tanto, en las que quería centrarme para intentar controlar los daños.


Paula recordó lo que había leído.


—¿Pero siguen funcionando?


Pedro frunció el ceño mientras ponía las dos manos en el volante, como si ese recordatorio lo enfureciese.


—Sí, pero en menor escala. El campamento principal ya ha sido destruido y los mineros viven en un poblado cercano. Cerrarlas del todo afectaría a las condiciones de vida de cientos de personas. Dejaría a los trabajadores sin las subvenciones del gobierno, sin educación para sus hijos y muchas cosas más. Ahora mismo las usamos como proyecto piloto para desarrollar operaciones sostenibles. Los beneficios servirán para regenerar enormes zonas de selva que han sido destruidas. Nunca estarán regeneradas del todo, pero los nativos que fueron expulsados de aquí podrán volver para cultivar sus tierras y vivir de ellas.


—Parece un proyecto muy ambicioso —comentó Paula, intentando no mostrarse demasiado impresionada. 


La experiencia con su padre le había enseñado que los hombres podían ser maestros en el arte del altruismo mientras escondían un alma tan corrupta como la del demonio. Podía ver la determinación en sus ojos, la misma que había visto en los de su padre cuando quería conseguir algo. Avaricia de poder, de control, de hacer daño.


—Es un proyecto ambicioso, pero es mi responsabilidad. Mi abuelo hizo mucho daño a este país y mi padre siguió con esa imprudente destrucción, pero yo me niego a perpetuar el mismo error. Aparte de otras consideraciones, hacerlo sería ignorar que el planeta es muy vulnerable en este momento.


Paula se quedó sorprendida por su tono apasionado. Tal vez era sincero.

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