viernes, 29 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 17

Un par de horas después, Paula pisaba solo donde pisaba Pedro, tarea nada fácil porque sus piernas eran mucho más largas. Respiraba con dificultad, ríos de sudor corriendo por todo su cuerpo. Estaba empapada y no era ningún consuelo ver la camisa de Pedro empapada de sudor porque eso solo servía para destacar su impresionante físico. Sabía lo que la esperaba, pero la selva era más húmeda de lo que nunca hubiera podido imaginar. Y ruidosa. Increíblemente ruidosa. Había levantado la mirada numerosas veces para ver pájaros de colores gloriosos cuyo nombre desconocía y en una ocasión había visto a unos monos saltando perezosamente de un árbol a otro. Aquel sitio era un asalto a sus sentidos y desearía parar un momento para intentar asimilarlo todo, pero no se atrevía a decirlo porque él, que no se había detenido una sola vez, esperaba que lo siguiese. Se limitaba a mirar hacia atrás de vez en cuando, presumiblemente para asegurarse de que no había sido arrastrada hacia la densa vegetación por una de las míticas bestias que conjuraban sus miedos. Cada vez que oía un ruido aceleraba el paso y cuando Pedro se detuvo bruscamente estuvo a punto de chocar con él, pero se detuvo a tiempo. Vió que estaban al borde de un claro. Era un alivio salir del ambiente opresivo de la selva y respirar a pleno pulmón, pero se llevó las manos a las caderas para disimular que estaba a punto de sufrir un colapso. Pedro sacó algo de un bolsillo del pantalón. Parecía un móvil antiguo, un poco más largo que los modelos modernos.


—Es un teléfono por satélite. Si llamo al helicóptero estará aquí en quince minutos. Esta es tu última oportunidad para echarte atrás.


Nada le gustaría más que ver un helicóptero apareciendo en el horizonte. O poder echarse agua fría en la cara. Estaba ardiendo, sudando como nunca, y le dolían todos los músculos. Pero, perversamente, nunca se había sentido más llena de energía, a pesar del calor. Además, no pensaba mostrar debilidad ante aquel hombre. Él era lo único que se interponía entre ella y la independencia.


—No pienso ir a ningún sitio.


Vió que él ponía cara de sorpresa y levantó la barbilla en un gesto de satisfacción. Le demostraría que podía hacerlo. Pedro esbozó una sonrisa mientras señalaba algo con la mano.


—¿Estás absolutamente segura?


Paula bajó la mirada y todo su cuerpo se paralizó de terror al ver un escorpión negro subiendo por su bota, con la cola levantada sobre su arácnido cuerpo. Sin previa experiencia en algo tan potencialmente peligroso, tuvo que controlar el pánico mientras empujaba al animal con la punta del bastón hasta que cayó al suelo. Sintiéndose ligeramente mareada, volvió a levantar la mirada.


—Como he dicho, no pienso ir a ningún sitio.


Pedro no pudo disimular un gesto de admiración. Poca gente hubiera reaccionado de ese modo al ver un escorpión. Hombres incluidos. Y las mujeres que él conocía habrían aprovechado la oportunidad para echarse en sus brazos, gritando de terror. 

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