miércoles, 27 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 14

 —Estaba diciendo que el vuelo durará cuatro horas —Pedro señaló una bolsa en el suelo—. Ahí tienes información sobre la tribu y las minas. Deberías echarle un vistazo.


Cuando se dió la vuelta Paula tuvo que contenerse para no sacarle la lengua. Había sido dominada por un hombre durante casi toda su vida y no estaba dispuesta a dejar que nadie volviese a tratarla de ese modo. Mientras buscaba los documentos se recordó a sí misma que aquello era un medio para conseguir un fin. Había decidido ir con Pedro y le demostraría su compromiso aunque fuese lo último que hiciera. En los últimos años se había acostumbrado a centrarse en el presente, a no mirar atrás. Y en aquel momento necesitaba eso más que nunca.


Cuatro horas después, con la cabeza llena de datos sobre el sitio al que se dirigían, Paula se sentía un poco más tranquila. Estaba fascinada y emocionada por el viaje, que le parecía una pequeña victoria. Aterrizaron en un aeródromo privado y, después de un ligero desayuno preparado para ellos en una sala VIP, Pedro empezó a cargar bolsas y suministros en la parte trasera de un jeep. Su mochila era tres veces más grande que la suya y cuando vio que guardaba un machete los nervios se le agarraron al estómago. Tal vez estaba haciendo una tontería. ¿Cómo iba a sobrevivir en la selva? Ella era una chica de ciudad… Esa era la única selva que conocía y entendía. Pero cuando Pedro arqueó una ceja en un gesto burlón, dió un paso adelante. No iba a dejarse amedrentar.


—¿Puedo hacer algo?


—No hace falta —respondió él—. Vamos, no tenemos todo el día.


Poco después, mientras conducía entre el tráfico de Manaos, que empezaba a despejarse a medida que se alejaban del centro de la cuidad, Pedro le dió una charla sobre cómo sobrevivir en la selva. 


—Lo único que debes hacer es obedecer mis órdenes. La selva es percibida como un ambiente hostil, pero no tiene por qué serlo… Mientras uses la cabeza y estés constantemente en guardia sabiendo lo que te rodea.


Un diablillo dentro de Paula la empujó a preguntar:


—¿Siempre eres tan autoritario o es solo conmigo?


Para su sorpresa, Pedro esbozó una sonrisa, provocando una reacción de proporciones sísmicas en su estómago.


—Me dedico a dar órdenes y la gente obedece.


Ella dejó escapar un bufido de desdén. Esa había sido también la filosofía de su padre.


—Pues entonces tu vida debe ser muy aburrida.


La sonrisa desapareció.


—La gente suele obedecer cuando les interesa conseguir algo… Como tú misma estás demostrando ahora mismo.


Su cínico tono hizo que Serena arrugase la frente y eso lo molestó. Ni siquiera sabía de dónde salía ese cinismo.


—Me has ofrecido una oportunidad para demostrar que estoy comprometida con mi trabajo y eso es lo que estoy haciendo.


Pedro se encogió de hombros. 

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