lunes, 18 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 77

Pero la placentera sensación terminó cuando Luciana, Gustavo y Lara aparecieron. Pedro observó indefenso cómo Lara arrancaba a Paula de sus brazos mientras Luciana y Gustavo lo acosaban a preguntas y se sintió solo. Y sabía qué necesitaba para ahuyentar aquella sensación.


Un par de horas después, Luciana, Gustavo y Lara se quedaron dormidos. Paula miró a Pedro que también la estaba mirando. Tenía el pelo revuelto, el rostro cansado, muy parecido a aquella primera mañana. No le extrañaba que se hubiera quedado hechizada. Tenía un aire ingenuamente cautivador sobre todo en aquellos raros momentos en los que bajaba la guardia. Se humedeció los labios y se pasó la mano por el cabello.


-¿Vienes conmigo a por un café? -susurró Pedro con su voz grave-. Quiero hablarte de algo.


-¿No deberíamos quedarnos? Quiero estar aquí por si ocurre algo.


-Sólo tardaremos unos minutos. Podemos traerles una taza a los demás para cuando despierten y yo no puedo con todos solo.


Paula asintió y se levantó tratando de no molestar a los demás. En silencio lo siguió hasta el ascensor. ¿Qué sería aquello tan importante que Pedro tenía que decirle en ese preciso momento? No podía tratarse de la oferta de trabajo. Algo así sería tremendamente inapropiado. Tal vez lo que tenía que decirle era que se marchaba de nuevo. El pensamiento la hizo temblar y Pedro se quitó la chaqueta y se la puso suavemente sobre los hombros pensando que temblaba de frío. Le dió las gracias con una sonrisa con cuidado de no dejar traslucir el profundo amor que aquel tierno gesto le había provocado. Salieron del ascensor y se dirigieron a la cafetería donde pidieron dos cafés para llevar y se sentaron en una mesa junto a la ventana. Bebió su café y esperó nerviosa a que él hablara.


-Quería disculparme.


-¿Por qué esta vez? -Paula quería mantener la voz tranquila.


-Por sugerir que estabas enamorada de Pablo.


-Ah -eso no era lo que esperaba-. Bueno, disculpas aceptadas.


-Ahora sé por qué elegiste a Pablo. Buscabas el tipo de hombre que él representa, alguien de quien depender. Lo entiendo.


Pedro se miraba las manos con las que estaba destrozando el mantel.


-Pero no pude verlo antes porque, bueno, tenía... Celos.


A Paula le dió un vuelco el corazón. ¿Pedro había dicho celos?


-No quería que recurrieras a él en busca de respuestas porque deseaba que recurrieras a mí.


-¿Para encontrar al hombre perfecto? -preguntó Paula desalentada.


-¡Dios, no! -exclamó Pedro pasándose impaciente la mano por el pelo-. Eso era lo último que quería que hicieras. Organizarte citas con todos esos hombres...


-¿Lo último que querías que hiciera? -preguntó Paula confusa. «Por Dios, Pedro, dime ya lo que deseo escuchar».


Pedro la miró a los ojos, con expresión extenuada, que reflejaba exactamente los sentimientos de ella. Paula no desvió la mirada. No podía.


-Es lo último que quiero.


¿Estaba diciendo lo que deseaba desesperadamente que dijera? Tenía que asegurarse. Era en ese momento o nunca.

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