lunes, 11 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 61

 -De acuerdo. Sólo hice una reserva para el banquete, así que supongo que se puede cancelar. ¿Y me podrías decir qué es lo que no te gustaba del sitio que yo te propuse?


-Es sólo que me gustaría celebrarla en otro sitio.


-¿Y has pensado ya en ese «Otro sitio»? Hay que tener en cuenta que sólo tenemos una semana y habría que reservar ya.


-De hecho, sí, he pensado en un sitio. Pasaré a recogerte al mediodía y estaremos allí para comer.


Paula se había prometido a sí misma no pasar más tiempo a solas con él para no volverse loca. Macarena decía a menudo que todo lo que subía tenía que bajar, y no veía problema en adaptar esa teoría al amor: Si uno podía enamorarse también podría desenamorarse.


-No hace falta que nos veamos, de verdad. Sólo dime el nombre del sitio y llamaré el lunes a primera hora.


-¿Y no sería mejor que lo dejáramos resuelto ahora mismo? Como tú bien has dicho antes, sólo tenemos una semana.


Paula apretó los dientes para reprimir las ganas de decirle que era culpa suya, no de ella.


-De acuerdo, pero ¿Qué te parece si nos vemos allí? Sólo necesito la dirección...


-Es mucho más fácil que vaya a recogerte. Te veré a las doce.


Y colgó. Paula miró el teléfono durante unos segundos y finalmente colgó también.


-¡Es tan desesperante! -gritó mientras regresaba al cuarto de baño.


Un par de minutos antes del mediodía el timbre sonó. Paula tomó su bolso y comprobó el maquillaje en el espejo de la entrada antes de abrir la puerta. Se estiró el vestido azul que llevaba hasta la rodilla, se colocó bien el cuello de la chaqueta del conjunto y comprobó que las medias no tenían ninguna carrera. Esa mañana, había escogido muy cuidadosamente todos y cada uno de los elementos de su vestuario. El vestido, el lápiz de labios, el peinado; quería estar muy atractiva para él.


-No tienes la más mínima fuerza de voluntad -dijo señalando con dedo acusador a la imagen reflejada en el espejo antes de inclinarse a abrir.


Y lo que vió la dejó sin respiración. Pedro estaba allí de pie, con vaqueros, jersey de color claro y una cazadora de piel. Incluso en estilo informal estaba imponente. El corazón le dió un vuelco y supo sin lugar a dudas, por mucho que se hubiera tratado de negar los sentimientos durante las noches de insomnio, que lo amaba. Tras la conmoción del principio, Paula se dió cuenta de que Pedro también la estaba examinando pero supo que, desafortunadamente, sus pensamientos no eran tan altruistas como los de ella.


-No hacía falta que te pusieras de punta en blanco para mí -bromeó Pedro mientras tomaba la llave de manos de Paula y cerraba la puerta para a continuación acompañarla hasta el coche.


-Ésta es ropa de trabajo -dijo Paula con rigidez cuando asimiló el comentario-. Y ésta es una reunión de trabajo.


-Sí, señora -contestó él haciendo un saludo marcial-. No he querido decir en ningún caso que no me guste, al contrario, estás muy guapa -y le dedicó una larga mirada de elogio que apoyaba sus palabras. 


Paula sintió que todo su autocontrol desaparecía bajo el poder de aquella mirada.

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