viernes, 29 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 16

 —¿Por qué te importa tanto?


Pedro permaneció tanto rato en silencio que pensó que no iba a responder.


—Porque veía el odio que los nativos y hasta los mineros sentían por mi padre y los hombres como él cada vez que visitaba su imperio —dijo por fin—. Empecé a investigar cuando era muy joven y me quedé horrorizado al descubrir el daño que habían hecho, no solo en nuestro país sino a nivel mundial, y me decidí a terminar con ello.


Paula miró su serio perfil, sintiendo un nuevo respeto por él. Pedro estaba haciendo girar el jeep hacia una abertura casi escondida entre los árboles. El camino estaba lleno de baches, los enormes y majestuosos árboles tan cerca que casi podía tocarlos. Después de unos diez minutos adentrándose en la selva, llegaron a un claro donde había una moderna instalación de dos plantas camuflada para mezclarse con su entorno. Él detuvo el jeep al lado de otros vehículos.


—Esta es nuestra base de operaciones en el Amazonas. Tenemos otras más pequeñas en diferentes sitios —le explicó, mirándola mientras bajaba del jeep—. Deberías aprovechar la oportunidad para usar el baño mientras estamos aquí.


Paula apartó la mirada. No quería que viese la emoción que empezaba a sentir al estar en un lugar tan asombroso. Estaba como hipnotizada por el denso follaje. Tenía la impresión de que la selva era contenida solo por pura fuerza de voluntad y que a la mínima oportunidad extendería sus raíces y cubriría aquel sitio.


—El baño está por allí —dijo Pedro, señalando una pequeña construcción de ladrillo.


Cuando Paula entró en el baño y vió su imagen en el espejo tuvo que hacer una mueca. Estaba acalorada y sudorosa, y convencida de que al final del día tendría un aspecto aún peor. Después de echarse agua en la cara y hacerse una práctica trenza salió del baño dispuesta a seguir adelante, decidida a no flaquear ante el primer obstáculo. Pedro le ofreció su mochila y señaló una especie de manguera de caucho que sobresalía de uno de los lados.


—Es una cantimplora. Bebe a sorbitos y a menudo. Volveremos a llenarla más tarde.


Era un alivio descubrir que la mochila no pesaba. En cambio, la de Pedro, que debía contener las provisiones y la tienda de campaña, era tres veces más grande. Paula se asustó al ver que se colocaba una funda de pistola en la cintura.


—Solo es un arma tranquilizante —dijo él con gesto burlón—. Métete los pantalones dentro de los calcetines y cierra los puños de la camisa.


Cada vez más nerviosa, Paula hizo lo que le pedía. Cuando volvió a mirarlo, sintiéndose como una niña cuyo uniforme iba a ser inspeccionado, Pedro tenía una ceja enarcada sobre esos asombrosos ojos de color azul marino.


—¿Estás segura del todo? Ahora sería el mejor momento para echarte atrás, si esa es tu intención.


Paula se puso en jarras y escondió sus nervios haciéndose la valiente.


—¿No habías dicho que no teníamos todo el día? 

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