lunes, 4 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 55

Paula se detuvo y miró a Pedro lejos de sentirse aliviada. Éste había dejado de brincar. Estaba con las piernas ligeramente abiertas mientras sujetaba el pesado saco con las dos manos. Tenía el pelo revuelto, los ojos brillantes y la respiración entrecortada. No podía dejar de imaginar a aquel hombre en posturas más sensuales. Era realmente viril, lo que, unido a aquella pose de hombre frío con el corazón herido que llevaba sobre sus hombros lo hacía todavía más atractivo y sexual.


Pedro decidió que le gustaba lo que estaba viendo. Para ser una mujer a la que una vez consideró fría resultaba ser más emotiva de lo que hubiera creído. Su rostro no podía ocultar sus pensamientos y si no tenía cuidado la tomaría en sus brazos y haría realidad lo que su cuerpo le pedía. La había puesto a prueba para ver cómo reaccionaba y en vez de ganarse una mirada de reprobación había obtenido una total rendición y aquello lo había dejado sin palabras. ¿Qué ocurriría si aceptaba la invitación? Sería memorable si ella fuera ese tipo de mujer. Pero no lo era. Lo había estado pensando toda la noche. ¿A quién quería engañar? Llevaba así dos semanas y la mirada de Paula le decía que a ella le había pasado lo mismo. Pero aquella no era mujer para un entretenimiento. Era la mejor amiga de Macarena y Pablo. Sería algo muy complicado. Pero también sería tan dulce... Se pasó una mano por el pelo, se separó un poco del saco y decidió alejarse del hechizo de ella.


-¿De verdad tienes algo en contra del boxeo o es tan sólo una visión generalizada de las mujeres?


Paula parpadeó.


«Eso está mejor. Ódiame. Pelea conmigo».


Y entonces Paula alzó la barbilla en actitud desafiante.


-Y dime ¿Qué es lo que se supone que gano por mostrar una actitud femenina?


-Lo único que digo es que me gustaría oír tu verdadera opinión y no lo que parece un tópico.


-Sinceramente, Pedro, ésa es mi opinión, tópico o no.


Pedro vió desmoralizado que ahí acababa todo intento de discusión. No quería pelear con él. Vió cómo se desinflaba su entusiasmo y aparecía ante él vulnerable por más que hubiera intentado parecer fuerte.


-Me da miedo -dijo señalando el saco-. El día de nuestro primer encuentro en la calle me gritaste; después coincidimos en aquella terrible pelea de boxeo que habías organizado para tus empleados animándolos a la violencia; he visto que tienes unos guantes de boxeo guardados en un lugar de honor en tu habitación y ahora esto. No me gusta lo que todo esto parece indicar.


Pedro sólo se había quedado con la palabra «Miedo». Sólo entonces se dió cuenta de la expresión de pánico en el rostro de Paula y los brazos cubriéndole el pecho en actitud defensiva, dispuesta a salir corriendo si la situación se ponía fea. Y antes se había estremecido cuando él golpeaba el saco levemente. La invitó con suavidad a ir con él hasta el sofá.

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