viernes, 22 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 5

Paula empezó a echar humo cuando mencionó a su hermana, experimentando un abrumador deseo protector. Siena lo era todo para ella y jamás la defraudaría. La había salvado, algo que aquel hombre frío y crítico jamás podría entender. Intentando contener su furia, le espetó:


—Mi familia no tiene nada que ver con esto y nada que ver con usted.


Pedro la miró con gesto incrédulo.


—Seguro que tu familia tiene mucho que ver con esto. ¿Has prometido un generoso donativo de su parte a cambio de un alto puesto en la fundación?


—No, claro que no.


Pedro lo dudaba. Solo habría tenido que hacer una sutil sugerencia. Cualquier fundación agradecería el patronazgo de su hermanastro, Rafael de Marco, o su cuñado, Adrián Xenakis. Y aunque él era multimillonario, su fundación siempre necesitaría dinero. Disgustado al pensar que sus empleados pudieran haber sido tan fácilmente manipulados, dió un paso atrás.


—No voy a permitir que me utilices para hacer creer a la gente que has cambiado.


Vió que tragaba saliva, pero no sentía ninguna compasión por ella. No podía parecerse menos a la mujer que había conocido siete años antes; una mujer dorada, sinuosa y provocativa. La que tenía delante iba vestida como si fuera a una entrevista de trabajo en una empresa de seguros. Su largo pelo rubio, casi platino, estaba sujeto en un serio moño y, sin embargo, el traje de chaqueta oscuro no podía esconder su increíble belleza natural o esos penetrantes ojos azules.  Esos ojos que lo habían golpeado en el plexo solar en cuanto entró en el despacho, cuando pudo observarla sin ser visto durante unos segundos. Y el traje tampoco podía disimular sus largas piernas o la generosa curva de sus pechos bajo la camisa de seda. Le disgustó fijarse en eso. ¿No había aprendido nada? Paula debería arrodillarse ante él para pedirle perdón por haber puesto su vida patas arriba, pero en lugar de eso tenía la temeridad de intentar defenderse. «Mi familia no tiene nada que ver con esto». Su tranquilidad estaba siendo erosionada en presencia de aquella mujer. ¿Por qué se hacía preguntas sobre ella? Le daba igual cuáles fueran sus motivos, ya había satisfecho su curiosidad y eso era suficiente.


—No tengo más tiempo para tí. El coche está esperando para llevarte al aeropuerto y espero sinceramente no volver a verte nunca.


¿Entonces por qué le resultaba tan difícil apartar los ojos de ella? Furioso, volvió a su escritorio esperando oír el ruido de la puerta. Cuando no fue así giró la cabeza y le espetó:


—No tenemos nada más que hablar.


Le sorprendió ver que palidecía. Y también le sorprendió sentir una extraña punzada de preocupación.


—Solo estoy pidiendo una oportunidad. Por favor —dijo ella entonces, con ese sutil acento italiano.


Pedro abrió y cerró la boca, sorprendido. Una vez que anunciaba lo que quería, nadie se atrevía a cuestionarlo. Hasta ese momento. Y aquella mujer, precisamente. No había ninguna posibilidad de que Paula Chaves lo hiciese reconsiderar su decisión y que siguiera en su despacho lo irritaba. 

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