-¿Me quieres decir cómo se ha metido esa idea en tu preciosa cabecita? -preguntó Pedro lleno de asombro.
-En el Lunar, cuando me dijiste que tenía que jugar bien mis cartas, pensé que querías decir que no contratarías a una mujer que planeara ser madre.
-¿Así que tienes planeado ser madre? ¿Y quién soy yo para discutir? ¡Me has convencido! Creo que deberíamos encerrarnos varios días, incluso semanas, para concentramos única y exclusivamente en ese plan tuyo.
Paula creía estar en el cielo. Le costó mucho reunir la fuerza para hacerle a Pedro una última pregunta.
-¿Y, por cierto, qué tienes pensado hacer con el Lunar?
-Cásate conmigo y te lo daré como regalo de bodas -respondió él tomándola por la cintura y acercándose para besarla en los labios-. Hablas demasiado, preciosa, pero todavía no has respondido a mi pregunta.
-¿Señor Alfonso? ¿Señorita Chaves? -preguntó una enfermera desde el extremo más alejado de la cafetería.
Ambos se levantaron aunque esta vez Paula no soltó la mano de su hombre.
-El señor Jeffries les está buscando.
-¿Ha ocurrido algo? -preguntó Paula.
-No -sonrió la enfermera-. Es sólo que él y su esposa desean que vayan a conocer a su hijita.
Paula miró a Pedro y vió que los ojos de éste brillaban de la emoción.
-Una hija -susurró Pedro-. Una hija que tendrá unos padres maravillosos.
-Y unos cariñosos padrinos -dijo Paula besando las mejillas húmedas de Pedro.
Paula se inclinó sobre su amiga que despertaba de una pequeña siesta.
-Paula, estás aquí.
-Claro que sí, tonta.
-¿Y Pedro?
-Está aquí también.
Pedro avanzó un paso y se colocó al lado de Paula a quien le puso un brazo alrededor de los hombros.
-La hemos visto -dijo con emoción-, y es preciosa.
-Pero no se parece a Pablo -bromeó Paula.
-Yo opino lo mismo -dijo Macarena con una débil sonrisa-, pero no se lo digas a él; piensa que es su viva imagen.
Paula asintió y Pedro le guiñó un ojo cómplice. Macarena los miró de hito en hito, a Paula que seguía llevando la chaqueta de Pedro, y a éste que jugaba con el pelo de ella inconscientemente, con una gran sonrisa iluminándole el rostro.
-Ustedes dos ocultan algo.
-No eres la única que tiene buenas noticias esta noche -dijo Paula.
-¿De verdad? ¿Quién tiene otra noticia? ¿Sobre qué?
-Nosotros.
-Bueno, ¿Y a qué esperan? No pueden dejar a una mujer exhausta con la intriga. Si tardan mucho más me quedaré dormida.
Paula miró a Pedro que la miraba con adoración. Asintió y una sonrisa radiante cubrió el rostro de ella que dejó de mirar al hombre que amaba para mirar a su querida amiga.
-Me voy a casar.
FIN
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