lunes, 4 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 54

Pedro, a quien Macarena y Pablo consideraban un buen amigo, que se preocupaba de su hermana pequeña, y que le había robado el corazón a Paula era el despiadado Pedro Alfonso de Alfonso. El sonido de las tazas proveniente del comedor sacó a Paula de su sueño. Debía llevar mucho tiempo allí. De camino a la puerta pasó junto a la cómoda y recordó la conversación que había tenido con Macarena; se giró, abrió el primer cajón y echó una larga mirada al interior.


-Definitivamente, será mejor que me vaya a casa -susurró cerrando el cajón y saliendo de la habitación.


Paula bajó al salón decidida a poner alguna excusa y marcharse. Vió que la mesa estaba recogida pero no había ni rastro de Pedro. Se acercó a la chimenea a esperar a que regresase. Sentía un cosquilleo interior mezcla del calor del fuego y de la conciencia de que estaba enamorada. De repente algo llamó su atención. Estaba oculto entre las sombras de un rincón y se acercó para echar una ojeada y al hacerlo las luces de ese rincón se encendieron de golpe. Gritó y giró sobre sus talones, buscando desesperadamente a Pedro. Éste estaba junto a la puerta de entrada del apartamento con las manos junto a un panel de interruptores.


-Lo siento -dijo acercándose a Paula.


-No era mi intención asustarte -continuó Pedro en voz baja y algo ronca-. Sabía que mi saco te había llamado la atención y pensé que así te resultaría más fácil verlo.


-¿Tu saco? -preguntó Paula con voz apenas audible.


Pedro extendió el brazo y la acompañó hasta el misterioso rincón. Allí colgaba del techo un saco de boxeo rojo. Paula tragó con dificultad. Era enorme. Más alto que ella, estaba anclado al techo y al suelo por unas gruesas cadenas de acero. Ella se acercó un poco más y extendió una mano con la que lo empujó ligeramente. El pesado saco apenas se movió. Retiró la mano como si quemara y se restregó los dedos tras el contacto con el frío cuero.


-Cuando reformé el edificio hice que reforzaran el suelo y el techo para que pudiera soportar el peso. ¿Quieres probarlo?


Pedro golpeó su saco en actitud juguetona un par de veces y Paula retrocedió con un gesto de disgusto ante la idea.


-No, gracias.


-¿Estás segura? Es muy divertido.


-Lo siento. No me interesa golpear un enorme saco rojo que no me ha hecho nada.


-Es bueno para relajar tensiones. Y es un ejercicio excelente. Trabaja músculos que no sabías que existían -dijo Pedro dando pequeños saltos con los puños en alto frente al saco.


Paula siguió retrocediendo.


-Si he podido vivir hasta ahora sin saber que existen creo que podré vivir otros cincuenta años sin ellos -contestó ella en un susurro para evitar que Pedro notara que se estaba poniendo histérica-. ¿Y no hay mejores formas de relajar tensiones que golpeando algo o a alguien?


-Alguna me viene a la cabeza.

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