viernes, 22 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 4

 —Sé lo que piensa, pero… —no terminó la frase. Era lo que todo el mundo había pensado. Erróneamente—. Yo no tomaba ese tipo de drogas y…


—Ya está bien —la interrumpió él—. Tenías drogas en tu bonito bolso y las metiste en mi bolsillo en cuanto empezó la redada.


Sintiéndose enferma, Paula insistió: 


—Debió ser otra persona, no fui yo.


Pedro dió otro paso adelante.


—¿Debo recordarte lo cerca que estábamos esa noche? —le preguntó con tono seductor—. ¿Lo fácil que debió ser para tí librarte de las drogas?


Paula recordaba claramente que sus brazos habían sido como bandas de acero alrededor de su cintura y que ella le había echado los brazos al cuello. Tenía los labios hinchados, la respiración agitada. Alguien se había acercado a ellos en la pista de baile, un amigo que les había avisado de la redada. ¿Y Pedro Alfonso pensaba que durante esos segundos, en medio del caos, ella había tenido suficiente presencia de ánimo para meterle drogas en el bolsillo?


—Imagino que es algo que habías hecho más veces, por eso no me dí cuenta.


Cuando dió un paso atrás Paula pudo respirar de nuevo, pero su mirada la ahogaba.


—Señor Alfonso, solo quiero una oportunidad…


Él levantó una mano y Paula dejó de hablar. Su expresión era peor que fría, era totalmente indescifrable. Pedro chascó los dedos, como si se le acabase de ocurrir algo, y esbozó una sonrisa.


—Ah, claro… Es tu familia, ¿no? Te han cortado las alas. Adrián Xenakis y Rafael de Marco jamás tolerarían que volvieras a tu degenerada vida y sigues siendo persona non grata en los círculos sociales en los que solías moverte. Tu hermana y tú cayeron de pie a pesar de la ruina de tu padre, pero Miguel Chaves jamás podrá volver a dar la cara después de las cosas que hizo.


Paula sentía náuseas. No necesitaba que nadie le recordase la corrupción de su padre y sus muchos delitos. Pero él no había terminado.


—Creo que estás haciendo esto contra tu voluntad, por obligación, para demostrar a tu nueva familia que has cambiado. ¿A cambio de qué, una asignación económica? ¿Una casa palaciega en Italia? ¿O tal vez vives en Atenas, donde el hedor de tu empañada reputación es menos penetrante? Después de todo, allí es donde tendrías la protección de tu hermana pequeña que, si no recuerdo mal, era quien solía sacarte de apuros. 

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