lunes, 25 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 9

 —Parece que últimamente eso es lo único que sabe preguntar — el susto que había provocado su inesperada aparición dejó paso a la rabia—. En realidad, yo podría preguntar lo mismo. ¿Qué demonios hace aquí, señor Alfonso? ¿Y cómo demonios ha sabido en qué hotel me alojaba?


Pedro apretó los labios.


—Le dije a Sergio, mi conductor, que esperase en el aeropuerto para asegurarse de que subías al avión.


Saber cuánto deseaba perderla de vista la enfadó de tal modo que apretó el picaporte con fuerza.


—Este es un país libre, señor Alfonso. He decidido quedarme unos días de vacaciones y, como ya no trabajo para usted, no creo que sea asunto suyo.


Iba a darle con la puerta en las narices, pero Pedro entró en la habitación, cerrando la puerta tras él y obligándola a dar un paso atrás. Su mirada era glacial y su gesto tan desdeñoso que Serena cruzó los brazos sobre el pecho.


—Señor Alfonso…


—Ya está bien con lo de «Señor Alfonso». ¿Por qué siguesaquí, Paula?


Que la llamase por su nombre de pila le recordó lo que había sentido cuando la besó en aquella pista de baile. Oscuro, ardiente, embriagador. Ningún otro beso la había excitado de ese modo. Se había apartado de él sorprendida, como si el beso la hubiera incinerado.


—¿Y bien?


La seca pregunta devolvió a Paula al presente.


—Quiero visitar Río de Janeiro antes de volver a casa — respondió. No iba a contarle cuánto le angustiaba contarle la verdad a su familia.


Pedro soltó un poco delicado bufido. 


—¿Tienes idea de dónde estás? ¿Pensabas dar un paseo por la playa de noche?


Paula apretó los dientes.


—Te invitaría a pasear conmigo, pero seguro que tienes mejores cosas que hacer.


Su magnetismo animal era casi abrumador en aquel espacio tan pequeño. La incipiente barba y el pelo más largo acrecentaban su intensa masculinidad y podía sentir sus pezones apretándose contra el algodón de la camiseta. Odiaba que aquel hombre la afectase como ningún otro.


—¿Sabes que esta es una de las zonas más peligrosas de Río? Estás a unos minutos de las peores favelas de la ciudad.


Paula tuvo que contener el deseo de decir que eso debería alegrarlo.


—Pero la playa está a unas manzanas de aquí.


—Y a nadie se le ocurre ir a esa playa por la noche, a menos que vayan a comprar drogas o quieran que los roben. Es uno de los sitios más peligrosos de la ciudad… —Pedro dió un paso adelante, mirándola especulativamente—. Pero tal vez sea eso. ¿Estás buscando drogas? Tal vez tu familia te tiene bajo vigilancia y estás disfrutando aquí de tu libertad. ¿Les has contado que has sido despedida?

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