lunes, 11 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 64

 -Tu padre debería haber estado a tu lado.


-Quien estaba a mi lado era el coronel que se había encargado de todo. Me había llevado en la ambulancia del canódromo hasta el hospital. Se quedó conmigo todo el día y me llevó a su casa con su mujer donde pasé la noche, y la siguiente y la siguiente.


-¿Y tu padre?


-Apareció tres días después en casa del coronel con una gran sonrisa y el bolsillo lleno de dinero, y me llevó a casa.


-¿Dónde había estado?


-Quién sabe. Supongo que en las carreras, o tal vez se habría metido en una pelea amañada y habría pasado después la noche en alguno de los moteles en los que solíamos vivir viendo la pelea por la tele de pago. Cualquiera de esas opciones habría sido lo habitual.


-¿Acusaron al tipo del bar de agresión?


-Dios mío, no. El canódromo se habría hundido y ¿adónde habría ido entonces mi padre sin tener un sitio en el que dejar a su hija los fines de semana?


Pedro nunca la había oído antes hablar con tanta amargura. Enmascarada tras comentarios irónicos la tristeza salía a la superficie.


-No era tan malo, de veras, aunque el coronel nunca se ha perdonado por no denunciar el incidente -dijo Paula sacudiendo la cabeza-. Me salvó aquel día. Me enseñó lo que era llevar una vida normal, con normas que seguir, y me dio un hogar. Ahora lo ayudo todos los años recaudando fondos para mantener el canódromo en pie. Se lo debo.


Pedro quería acercarse a ella, tomarla en sus brazos y prometerle que nadie le iba a hacer daño de nuevo. El camarero llegó con las bebidas y se tomó un momento para comprender la historia de su infancia y tratar de identificar a aquella niña con la mujer que tenía frente a él. Era refinada, elegante; sabía cómo comer, vestir y organizar fiestas para la alta sociedad. Uno pensaría que había crecido rodeada de dinero, prestigio y un chófer a la puerta de casa. Y aun así, bajo la fachada perfecta estaba el miedo real a, ser abandonada, a perder el control. Aquello explicaba su personalidad. Tenía miedo de haber heredado la forma de ser de su padre y por eso luchabaconstantemente con guardar la calma, ser paciente y no perder la compostura. El móvil de Paula sonó en ese momento y ella se apresuró a contestar, como si fuera su salvavidas.


-Paula Chaves.


Pedro siguió bebiendo sin dejar de mirar a Paula y escuchar abiertamente su conversación.


-Ya veo. No, no estaba ocupada -dijo Paula evitando mirarlo a los ojos-. Me reuniré con usted en seguida -y colgó.


-Lo siento, Pedro. No podré quedarme a comer. Uno de mis clientes me necesita.


-Pero es tu día libre. ¿No puede ocuparse de ello otra persona?


-Normalmente sí, pero este cliente es muy temperamental y sólo trata conmigo. No querrá ni siquiera hablar con Lara. Lo siento.


Pedro hizo ademán de levantarse pero Paula hizo que se sentara de nuevo.


-No, tú quédate. Tomaré un taxi. Hablaremos esta semana. Adiós.


Pedro no pudo hacer nada más que mirarla mientras se marchaba.

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