lunes, 11 de marzo de 2024

El Elegido: Capítulo 63

 -No -respondió ella aunque no estaba muy segura de creerlo.


-Porque es a tí a quien quieren no el lugar en el que los citas la primera vez, ni el maletín mágico, ni el traje de la suerte.


Paula notó que el corazón se le derretía. Haría lo que fuera por que un cliente en particular la quisiera a ella realmente.


-No has respondido a mi pregunta -dijo Paula.


-No llevo ni doce horas como propietario, ¿Cómo voy a saberlo?


-Si hace tanto tiempo que has querido comprarlo estoy segura de que sabes exactamente lo que quieres hacer con él.


-Tal vez -respondió en un susurro y en ese momento el camarero se acercó y los acompañó a la mesa reservada para Paula habitualmente.


-Bien, ya que el Lunar está disponible, y estoy de acuerdo con que se haga la fiesta aquí no hay ninguna necesidad de que nos quedemos, ¿No?


-Estamos aquí y es la hora de comer. Comamos.


Paula se sentó, enfadada, y cruzó los brazos, negándose incluso a mirar el menú. Tras unos minutos de incómodo silencio se dió cuenta de que Pedro la miraba fijamente.


-¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?


-Esa cicatriz. ¿Cómo te la hiciste?


Paula se llevó la mano al lugar exacto en el que estaba la cicatriz y con un práctico movimiento de la cabeza un mechón del flequillo la cubrió. Alzó la vista entonces y puso una falsa sonrisa.


-No es nada. Un accidente cuando era niña, eso es todo.


-¿Qué clase de accidente? -insistió Pedro.


-No tiene importancia. No es una historia muy interesante, te lo prometo.


-Cuéntamela de todas formas.


-Preferiría no hacerlo -Paula sabía que el tono de su voz se estaba elevando pero no podía evitarlo.


-Vamos, Paula. Sé que ocultas algo importante.


«¿Tan transparente soy? Pues sí, Pedro, estoy ocultando algo. Me parece que me he enamorado de tí».


-Yo te lo conté todo sobre mi familia, sobre mi infancia. Quiero que sepas que puedes compartir tus recuerdos conmigo.


Pedro ya no sonreía juguetón. Paula pensó que era mucho más fácil soportar eso que el consuelo y la lástima por parte del hombre que le había robado el corazón. Tragó con dificultad al notar que las lágrimas inundaban sus ojos con los recuerdos. Después de años aprendiendo a calmar los nervios y la marea de sentimientos recurrentes, de pronto sintió una gran necesidad de confiárselos a ese hombre. Quería que lo supiera todo. Pensaba que le estaba engañando al no compartir con él lo que él sí había compartido con ella, y sabía que él no la juzgaría. Descruzó los brazos y los bajó al regazo.


-¿De verdad quieres saber cómo me lo hice? -preguntó con tranquilidad buscando el impulso definitivo.


Pedro se inclinó hacia delante y la miró con fijeza a los ojos turbados.


-Sí, Paula. De verdad quiero saberlo.


-Ocurrió en el canódromo de Hidden Valley. Estaba allí con mi padre. Hacía tiempo que no sabía dónde estaba, lo que no era extraño. Pasé horas sola, lo que tampoco era extraño. Hambrienta, salí a buscarlo. Era una niña pero los hombres estaban acostumbrados a verme por allí y podía ir a cualquier sitio. Me dirigí al bar abriéndome camino entre las piernas de los habituales en el canódromo cuando de repente un tipo me detuvo. Me cogió en brazos, con los ojos rojos de tanto beber, y me preguntó qué demonios estaba haciendo allí. Apenas podía sostenerse, mucho menos sostenerme a mí. Y me dejó caer. Me golpeé la cara con un taburete y perdí el conocimiento. Cuando lo recobré estaba en el hospital.

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