lunes, 24 de mayo de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 10

 –Es posible –Paula parpadeó y, con gesto de no darle importancia, volvió el rostro hacia la pintura que tenía delante–. Por otra parte, no esperaba verte en una galería de arte. ¿Has cambiado de gustos? ¿Se trata de que quieres conocer a otro tipo de chica? Se dice que los museos y galerías de arte se están poniendo de moda entre la gente soltera. Dime, ¿Cómo es que conoces la obra de Ana Zolezzi? Pareces ser uno de sus admiradores. ¿Me equivoco?


Oyó a Pedro respirar hondo.


–Puede que lo sea. Pero vamos a ver, pareces sentir curiosidad por mí y yo siento curiosidad por tí. ¿Qué te parece si te hago una pregunta, tú la respondes, y después tú me haces una pregunta a mí? Un simple intercambio. Pregunta por pregunta. ¿Qué te parece?


Paula arqueó las cejas y luego lo miró.


–¿Seguro que vas a cumplir con tu parte del trato?


–Me ofendes –respondió él–. Claro que cumpliré. Y te prometo no hacer preguntas personales. Palabra de honor de boy scout.


–¡Tú jamás has estado en los boy scouts!


–Dos semanas en la isla de Wight, quemándome la espalda y aprendiendo a hacer fogatas. No se me olvidará nunca. Y no has respondido a mi primera pregunta.


Paula sintió despertar su interés mientras se veía sometida a la mirada de Pedro. ¿Podía permitirse el lujo de hablar con él? ¿De igual a igual? ¿Hacer como si fuera la primera vez que se veían? Sería un descanso y le libraría hablar con Ian sobre la fiesta de recaudación de fondos y las fotos que iba a tomar. Podía incluso ser divertido verlo tratando de recordar cuándo y dónde se habían visto antes.


–De acuerdo –respondió ella. 


–¿De acuerdo? ¿Eso es todo?


–Eso es todo lo que vas a conseguir de mí, lo tomas o lo dejas – contestó Paula encogiéndose de hombros–. Y mi pregunta va primero. ¿Te acuerdas de la pregunta que te he hecho?


–Sí. Y sí, conozco la obra de Ana Zolezzi y me gusta mucho. Todas sus exposiciones me han encantado y… mucho más que eso. ¿Contenta? Bien, porque ahora me toca a mí el papel de inquisidor. Porque, al margen del periódico o la revista en la que trabajas, lo que sé es que han elegido a la persona adecuada para la sección de cultura. Y ahora dime, ¿qué nombre debo buscar en la crítica de la exposición de Ana Zolezzi?


Paula se mordió el labio para no echarse a reír. Pedro creía que era una crítica de arte. Perfecto. Aquello iba a ser divertido.


–Paula. Pero puedes llamarme Pauli. Me llaman las dos cosas.


–Pauli –repitió él en voz baja. Después, parpadeó un par de veces antes de sacudir la cabeza de un lado a otro–. Una crítica de arte llamada Pauli. Debería haber imaginado que sería algo así.


Su famosa cabellera le cubrió parte del rostro. Pedro echó la cabeza hacia atrás, una costumbre más que un gesto estudiado, y se echó a reír.


–Gracias. Necesitaba reírme. Y dime, ¿Tiene o no tiene Pauli un apellido?


Paciencia. De ninguna manera iba a permitir que ese hombre arrogante le ganara la partida. El apellido la delataría al instante.


–Eres muy impaciente. Esa es otra pregunta y ahora me toca a mí.


Paula ladeó la cabeza en dirección al cuadro e hizo un mohín con los labios. Debido al negocio de su madre había conocido a bastantes críticos de arte por lo que estaba segura de poder representar ese papel convincentemente durante unos minutos.


–Esta pintura es muy interesante, pero también es muy diferente al resto. La mayoría de los paisajes son exuberantes y los retratos son tan vivos que da la impresión de que van a saltar del lienzo, magníficos. Pero este es más…


Paula movió la mano en el aire en busca de la descripción adecuada, pero no lo consiguió.


–¿Introspectivo? –susurró Pedro–. ¿Era esa la palabra que andabas buscando? Los colores captan el estado de ánimo de Ana. Los colores que utilizan los pintores en sus obras reflejan su carácter. Los tonos oscuros hacen que resalten los más claros. ¿Qué opinas tú?


Y tras esas palabras, Pedro volvió el rostro hacia ella y le dedicó una sonrisa que mostraba sinceridad en lo que había dicho y también calidez. Después de pasar años trabajando en el mundo de la banca, en el que una llamada podía costar millones, Paula creía saber juzgar a la gente.

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