lunes, 3 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 38

 –Mira cuántos padres se han quedado para ver el entrenamiento hoy –comentó ella, frunciendo el ceño.


Pedro miró hacia el estacionamiento. Algunos de esos padres eran los mismos que lo habían marginado o acosado cuando había estado en primaria. Sin embargo, en ese momento, todos querían hablar con él sobre sus hijos.


–Pensé que estaban ocupados trabajando.


–Eso me dijeron cuando les pregunté si alguno podía hacer de entrenador.


–Al menos, nadie puede usar esa excusa ahora.


–¿Por qué? ¿Es que ya te vas del pueblo? –preguntó ella, abriendo mucho los ojos.


Interesante. Paula parecía preocupada. Tal vez, él no le era tan indiferente, pensó.


–Aún, no. Pero, cuando me vaya, necesitarás un nuevo ayudante. O dos.


–Ah, bueno –repuso ella–. Es que a los chicos les gusta que estés tú, sobre todo, a Ignacio.


–¿Y a tí?


–¿A mí?


Pedro la había puesto en un compromiso, pero no le importaba. Quería conocer la respuesta a su pregunta.


–Sí, tú.


–Eres un buen entrenador. Estoy aprendiendo mucho.


–Y…


–Un tipo agradable.


–Y…


–Un buen futbolista –añadió ella, sonrojándose.


A Pedro no le importaría demostrarle que era bueno en más cosas, aparte del fútbol. Mala idea. Aunque… Él conocía a las mujeres. E intuía que Paula estaba interesada en él. Su olfato no podía estar tan equivocado.


–No has respondido a mi pregunta.


–Me alegro de que estés aquí –dijo ella, mirando al suelo.


–¿Te gusta tenerme cerca?


–No es horrible –reconoció ella al fin.


No era un sí, pero se le parecía, pensó Pedro. Era su turno de atacar.


–Trae a Ignacio a mi casa esta noche. Podemos sacar a pasear a Daisy –invitó él. Aunque prefería estar a solas con Paula, sabía que no podía ser–. Pediré pizza.


–No es necesario que te molestes –repuso ella, apretando los dientes.


–No es ninguna molestia.


–A Ignacio le gustaría –dijo ella tras un largo silencio.


Pedro hubiera preferido escuchar que a ella le gustaría, también.


–Pediré pizza y ensalada.


–Yo llevaré el postre. ¿Helado con nata?


–Perfecto.


A Pedro se le ocurrieron muchas maneras de usar la nata con Paula. Sonrió, imaginándolo. Pero, esa noche, no. Apretó los labios. Tal vez, ninguna noche, pensó, abatido. La cocina de los Alfonso era cuatro veces la de Gonzalo y Brenda y más sofisticada, con encimeras de granito, electrodomésticos de acero inoxidable ultramodernos e iluminación de alta tecnología. Desentonaba un poco comparado con el sencillo menú. 


Paula no había podido relajarse en toda la tarde. E Ignacio no había dejado de sonreír desde que había salido de entrenar. Estaba en su salsa, bebiéndose las palabras de Pedro y jugando con Daisy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario