miércoles, 5 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 44

Él la silenció posando un dedo en sus labios. Recordó su suavidad. Y, aunque necesitaban hablar, no era el momento adecuado.


–Es tarde.


Ella asintió.


–Fernando ha traído una bolsa de viaje. Parece que va a quedarse a pasar la noche.


Pedro asintió.


–Te llamaré mañana. Te lo prometo.


Ya estaba haciendo promesas, se reprendió a sí mismo. Pero algo en ella le hacía romper todas sus reglas…


–Buena suerte con Fernando.


–Gracias, pero tengo toda la que necesito con el céntimo de la suerte que me regalaste.


–¿Todavía lo tienes? –preguntó ella con los ojos como platos.


Seguro que le sorprendería saber que llevaba dos semanas con ese céntimo encima de la mesita de noche, pensó él.


–Claro. Nunca se sabe cuándo lo va uno a necesitar.


–Buenas noches –se despidió ella, bajando la vista.


Pedro no había conocido nunca a una mujer tan dulce.


–Conduce con cuidado.


Cuando dejó de ver el coche de Paula en la distancia, Pedro se dirigió dentro. No podía seguir posponiendo su conversación con Fernando. Su agente estaba parado en la puerta. Se había cambiado el traje de chaqueta por unos pantalones cortos, camiseta y zapatillas de deporte.


–Dime por qué has venido.


–Llevo dos días tomando aviones y yendo de una reunión a otra. Estoy entumecido –indicó Fernando–. Vamos a hacer un poco de ejercicio.


En el gimnasio de casa de sus padres, Pedro eligió la bicicleta estática. Fernando se subió a la máquina para correr y ajustó los controles en la pantalla.


–Sabía que no podrías pasar tanto tiempo sin una mujer.


La furia se apoderó de Pedro. Sin embargo, después de haber recibido tantas tarjetas rojas en los últimos años, había aprendido a controlar un poco su temperamento. Aceleró un poco su pedaleo con el pie izquierdo.


–Has venido para vigilarme.


–Los patrocinadores están nerviosos. Y no son los únicos.


–¿Tú también?


–Yo no me pongo nervioso –repuso Fernando, acelerando el paso–. Pero me preocupo. Pronto tendrás treinta. Tenemos que aprovechar el tiempo que te queda, tanto si juegas con el Fuego como si te vas con un equipo extranjero.


Desde que Pedro había tenido dieciocho años, Fernando le había hecho siempre hincapié en la necesidad de planificar su futuro económico. Aunque él nunca había pretendido amasar una fortuna, sino ser todo lo bueno que pudiera jugando al fútbol.


–Tengo bastante para vivir el resto de mis días.


–Nunca se tiene el dinero suficiente, sobre todo, porque tus ingresos van a disminuir de forma radical cuando dejes de jugar.


–No te preocupes. Esta noche es la primera vez que invito a alguien a casa, aparte de las visitas del ama de llaves, que tiene edad para ser mi madre. Y Paula y yo hemos tenido carabina.


–Me ha gustado ese chico –comentó Fernando–. ¿Estás entrenando a su equipo?


Maldición. Pedro tomó una botella de agua y le dió un largo trago. El líquido no consiguió refrescar sus pensamientos.

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