miércoles, 5 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 41

Ella se apoyó en Pedro, sumergiéndose en su boca. Lo rodeó con el brazo derecho y con el izquierdo… Todo se llenó de agua. Él dió un salto hacia atrás con la camiseta empapada. Paula se miró la ropa. No había salido mucho mejor parada.


–Al menos, has entendido lo de jugar limpio. Estamos los dos mojados –dijo él con buen humor.


Ella trató de reír. No pudo. Intentó hablar. Tampoco fue capaz. Una cosa era un amor platónico de adolescencia y otra… No, no debía darle más importante. No había sido más que un beso, caviló Paula, enderezándose. Había dejado que la besara porque había sufrido un ataque de locura temporal. Debía haberse apartado. Pero no lo había hecho… No había podido. Peor aún, sus labios ansiaban más besos.


–Tía Pau –llamó Ignacio, irrumpiendo en la cocina seguido de Daisy. Se quedó mirando a ambos con los ojos como platos–. ¿Qué ha pasado?


–Un accidente –respondió Pedro.


¿Se referiría al beso o a lo del agua?, se preguntó Paula. Aunque no estaba segura de querer conocer la respuesta. De pronto, se dió cuenta de algo. El beso de Pedro le había hecho olvidarse de todo, incluido su sobrino. Eso no debía volver a pasar. Se colocó la camiseta, se atusó el pelo y miró al muchacho.


–¿Estás bien?


–Sí, pero hay un hombre en la puerta principal. Dice que se llama Fernando. Quiere ver a Pedro.



De pie en el salón de sus padres, Pedro se pasó la mano por el pelo. La situación era muy incómoda. Fernando estaba furioso. Paula miraba a Ignacio, que estaba jugando con Daisy en la alfombra, ajeno a lo que estaba pasando. No podía dejar de pensar en los besos de ella y en lo mucho que le había gustado tenerla entre sus brazos. Eso no era buena señal, ya que lo último que necesitaba era meter a una mujer en su vida. Ni siquiera a una tan dulce y deliciosa como Paula Chaves. Sin embargo, no era momento para elucubraciones. Debía concentrarse en la situación. Fernando no los había visto besarse, pero la presencia de Paula iba a ser un problema y grande.


–Dejenme que haga las presentaciones –dijo Pedro.


Se intercambiaron saludos y se estrecharon manos. El aire estaba cargado de tensión, aunque era muy diferente del calor burbujeante que había poblado la cocina hacía unos minutos. Pedro deseó estar allí de nuevo… besando a Paula. Vaya. Debía de haberse golpeado la cabeza sin darse cuenta, se reprendió a sí mismo. Ya tenía bastantes problemas con su agente. En ese momento de su carrera, no podía permitirse ni siquiera un desliz.


–¿Qué te trae por aquí? –preguntó Paula a Fernando.


Pedro también quería conocer la respuesta. Fernando nunca se presentaba sin avisar. Debía de haber pasado algo importante con su equipo o con los patrocinadores. Esperaba que fueran buenas noticias. Pero, por cómo apretaba la mandíbula y por la tensión impresa en su rostro, era poco probable.


–He estado en una reunión en Chicago –señaló Fernando–. Se me ocurrió pasarme por Indiana y ver cómo se las estaba arreglando Pedro aquí solo.


¿Pasarse por Wicksburg? Ya. Nadie se dejaba caer por Wicksburg, cuando el aeropuerto más cercano estaba a dos horas por carretera. Pasaba algo. Pero ¿qué?

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