lunes, 17 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 68

 –No –negó ella con fuerza. Si Pedro no estaba dispuesto a ser honesto consigo mismo, ¿Cómo iba a ser honesto con ella? Con el corazón hecho pedazos, supo que debía dejarlo marchar. Dió un paso atrás–. Es hora de despedirnos. Gracias por tu ayuda. Me has enseñado mucho. Buena suerte. Te deseo una vida muy feliz.


–¿Eso es todo?


–Sí –afirmó ella, sacando fuerzas para no romper a llorar.


Era hora de irse. Paula agarró la bolsa de deporte y comenzó a caminar hacia el coche. Por dentro, todo le temblaba. Había creído que nada podría hacerle sufrir más que la traición de su marido y su mejor amiga. Pero lo que sentía por Pedro… Lo amaba de verdad. No pudo seguir conteniendo las lágrimas. Agarró con fuerza la bolsa de deporte.


–Paula –llamó él a sus espaldas. Ella no miró atrás. No quería que él la viera llorar.




El sábado por la noche en Phoenix, Pedro estaba contento por haber podido contribuir con un gol a la victoria de su equipo. No había esperado que lo sacaran del banquillo en su primer partido. El señor McElroy le había estrechado la mano y lo había felicitado. Fernando le había dado la enhorabuena por haber vuelto en plena forma. En la mesa, su móvil sonaba con cada mensaje de texto que llegaba. Decenas de personas, incluidas las bellezas que había dejado atrás, querían darle la bienvenida, invitarlo a sus fiestas… Pero él no tenía ganas de socializarse. No podía dejar de pensar en Paula e Ignacio y el resto de los chicos. Los Defeeters habían jugado esa tarde y no sabía cómo les había ido. Esperaba que bien. Tuvo la tentación de llamar para averiguarlo, pero no quería lastimarla más. Ella se había enfadado con él. La echaba de menos, ansiaba verla, escuchar su voz, tocarla, besarla. Pero tenía que dejarla en paz. Se merecía más de lo que él podía ofrecerle. Al menos, no había querido engañarla ni entregarle un anillo de compromiso, fingiendo que sentía por ella algo más. Su móvil sonó. Era su madre.


–Hola, mamá. ¿Has visto el partido?


–No, nos quedamos sin luz –repuso ella con voz temblorosa.


–¿Qué pasa? ¿Todo está bien?


–Un tornado ha sacudido la zona del colegio. Tu padre y yo estamos bien, pero no sabemos cuál ha sido el alcance de los daños. Estamos en el sótano con Daisy.


–Quedense ahí. Luego los llamo –dijo él. Su preocupación por Paula e Ignacio eclipsó el alivio porque sus padres estuvieran bien–. Los quiero. Pero ahora tengo que hacer una llamada.


–¿A Paula?


–Sí.


–Avísanos si necesita algo o un sitio donde quedarse.


Lleno de temor, Pedro marcó el número de móvil de Paula. El teléfono sonó cuatro veces y saltó el contestador.


–-"Ahora no puedo hablar, pero si me dejas tu mensaje, te llamaré".


El sonido de su dulce voz hizo que algo se estremeciera en su interior. Pedro abrió la boca para hablar, pero no consiguió decir nada. Colgó. Tal vez, ella tenía encima el móvil, pensó y llamó al teléfono fijo de casa de Gonzalo. ¿Por qué nadie respondía?, se preguntó con frustración. ¿Dónde podían estar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario