lunes, 10 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 54

 –Me recordó a tí –confesó él, satisfecho de haber acertado.


–No tienes que decir esas cosas. No hay nadie vigilándonos –le reprendió ella con los ojos muy abiertos.


–Solo digo la verdad.


–Voy a poner la flor en agua antes de irnos –se apresuró a decir ella, bajando la vista.


Sin esperar invitación, Pedro entró y cerró la puerta tras él. Siguió a Paula a la cocina, disfrutando del contoneo de sus caderas.


–Me gustaría pintarla –comentó ella, tras pasarse un minuto observando la flor desde todos los ángulos.


–Y a mí me gustaría ver tu trabajo –pidió él.


–Tenemos que irnos al restaurante. Además, tengo hambre –dijo ella, para evadirse del tema.


Pedro también tenía hambre, pero no de comida.


–Pues vámonos –consintió él.


Cuando entraron en Otto’s, Paula inspiró los deliciosos aromas de la comida y le rugió el estómago. Estaba muy hambrienta, aunque lo que más le apetecía era… Miró a Pedro. La camisa verde resaltaba el color de sus ojos.


–Gracias por invitarme a cenar.


–Gracias por aceptar.


Otto’s estaba lleno y había algunos clientes esperando su mesa para cenar. Pedro se dirigió a la camarera, que iba cargada con una bandeja a toda velocidad. La bonita joven levantó la vista con el ceño fruncido pero, nada más verlo, su expresión cambió a una amplia sonrisa. Sin poder evitarlo, Paula se puso celosa y dió un paso para acercarse más a él con gesto posesivo.


–Hola, soy Emilia. Bienvenidos –saludó la camarera y se colocó el pelo–. ¿Cuántos son?


–Dos.


–¿Su nombre, por favor? –preguntó Emilia con coquetería.


–Alfonso.


–Hay una lista de espera de treinta minutos, pero veré qué puedo hacer –informó la joven, tras apuntar su nombre en un cuaderno, y se marchó con la bandeja.


–¿Te parece bien esperar? –preguntó él a Paula.


–La fondue de queso merece la espera.


–Pero tenías mucha hambre…


–No importa –aseguró ella.


Algunos clientes se levantaron, otros entraron en el local. Pedro se apretó contra ella, pues no había mucho sitio.


–¿Paula? –llamó una voz masculina detrás de ellos.


No. No. No. Ella se puso tensa. Cerró los ojos, rezando porque fuera una pesadilla. Pero, cuando los abrió, vió que su ex marido, David, y su esposa, Yanina, se estaban acercando. David tenía las entradas más pronunciadas. Y Yanina parecía… Distinta. Al mirarla mejor, Paula se dió cuenta de que estaba embarazada. Sintió una punzada en el corazón.


–¿Estás bien? –preguntó Pedro.


–No –repuso ella, deseando que llegaran los extraterrestres y la abdujeran en ese mismo instante–. Pero sobreviviré –añadió. O eso esperaba.


–Casi no te reconozco –dijo David, acercándose hasta ellos.


El olor de su loción para después de afeitado despertó en Paula recuerdos que hubiera preferido olvidar. De David, solo recordaba los malos tiempos.


–Soy yo.


–Ya lo veo –afirmó David, recorriéndola con la mirada–. Te has cortado el pelo. Y has perdido peso, ¿No?


–Sí –contestó ella. 


Desde que se había divorciado, el estrés le había quitado el apetito. Además, había estado yendo al gimnasio.

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