miércoles, 5 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 45

 –¿Dónde has oído eso?


–Alguien publicó en Internet que estás entrenando a un equipo local –contestó Fernando–. Dime que no fue más que una charla a los chicos para contarles lo fantástico que es el fútbol.


–Estoy ayudando a Paula con el equipo de Ignacio –confesó Pedro–. Su hermano era el entrenador, pero ahora está destinado fuera con el ejército. Ningún otro padre ha querido ocupar su puesto, así que ella ha tomado el rol de entrenadora oficial, aunque no tienen ni idea de fútbol. Yo me ofrecí a ayudar.


–Paula es tan atractiva que podría convencer a cualquier hombre para que hiciera lo que fuera –opinó Fernando–. Tiene las piernas muy largas.


El brillo de apreciación de sus ojos molestó a Pedro.


–Lo hago por ella y por los chicos –afirmó él con la mandíbula tensa.


–Sobre todo, por ella –adivinó Fernando con una sonrisa–. Eso es bueno.


–¿Ah, sí?


–Que hagas de entrenador es bueno, si es por una cuestión personal y si no muestras favoritismo por un equipo en detrimento de los demás.


–¿Favoritismo? –preguntó Pedro, sin comprender qué tenía que ver Paula en todo aquello–. Estoy ayudando a los Defeeters, pero también he dado charlas a otros dos equipos esta semana y la próxima visitaré tres más.


–No te pongas a la defensiva –replicó su agente–. No tiene nada de malo que ayudes a tu novia. Eso no es favoritismo.


¿Novia? Pedro notó un nudo en el estómago. De pronto, comprendió.


–Así que, si Paula y yo no somos…


Fernando asintió.


–Si no estuvieras saliendo con Paula, no podrías entrenar a ese equipo.


–¿Qué quieres decir? –preguntó Pedro, apretando los puños.


Fernando se limpió el sudor de la cara con una toalla.


–Eres propiedad pública. El rostro de Phoenix Fuego. Mostrar favoritismo hacia un equipo sin tener una razón personal válida podría ser una gran metedura de pata para alguien de tu calibre. Sobre todo, cuando tu situación es un poco delicada.


Pedro tragó saliva.


–Pero no tenemos que preocuparnos por eso –añadió Fernando.


Con un nudo en la garganta, Pedro pensó que no podía echarse atrás y dejar de ayudar a Paula con el equipo. Ella lo necesitaba.


–No –dijo Pedro.


Si su agente creía que tenía una relación con Paula, dejaría de intentar protegerlo como si fuera su niñera. Nadie tenía por qué saber la verdad. Ni los patrocinadores, ni el Fuego, ni siquiera ella. Entonces, Pedro recordó sus propias palabras. «Jugar limpio. No engañar».

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