lunes, 3 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 39

Paula se alegraba, pues había aceptado la invitación a cenar pensando en su sobrino. De acuerdo, ella también había querido ir, admitió para sus adentros con una mueca. Era una locura. Sumida en sus pensamientos, aclaró un plato, tratando de calmar sus nervios. Pedro entró en la cocina. De pronto, el enorme espacio se volvió diminuto e  íntimo.


–Ignacio está persiguiendo a Daisy por el patio –señaló él–. Está iluminado y vallado, así que no hay peligro. No tienes de qué preocuparte.


Ella metió el plato en el lavaplatos. Mientras la conversación se limitara a Ignacio, todo iría bien.


–¿Qué te hace pensar que me preocupo?


–Nada, solo es que prestas más atención a tu sobrino que los guardas de seguridad a un furgón brindado lleno de millones.


–Se supone que está a mi cargo –señaló ella, aclarando otro plato.


–Era broma –dijo él y metió las sobras de pizza en la nevera–. Gonzalo puede estar tranquilo contigo cuidando a su hijo.


Ella pensó en su hermano y su cuñada, tan lejos.


–Ojalá tengas razón. A veces…


–¿Qué?


Paula bajó la mirada, arrepentida por haber dicho nada.


–Cuéntame.


–Hasta que Brenda y Gonzalo fueron destinados fuera, yo no tenía ni idea de lo que era estar a cargo de alguien –explicó ella tras un momento de silencio–. A veces, creo que no estoy cuidando a Ignacio tan bien como debería.


–Si te ocuparas más de él, se convertiría en algo obsesivo –la tranquilizó él con una sonrisa–. No te preocupes. Ignacio está feliz. Y sonríe todo el rato.


–Eso es gracias a tí –señaló ella, metiendo otro plato en el lavavajillas.


–Sí, es verdad.


Por su tono, Paula adivinó que bromeaba. Se giró y se sacudió las manos en su dirección, salpicándole con gotas de agua. Él dió un salto hacia atrás con gesto divertido.


–Vaya, gracias por lo que me toca –dijo ella a su vez.


–En serio, estás haciendo un trabajo excelente con Ignacio – aseguró él–. Tus hijos serán la envidia de todos sus amigos.


¿Sus hijos? En el corazón de Paula saltaron fuegos artificiales. David le había dicho que era demasiado independiente como para ser una buena esposa. Le había echado en cara que nunca sería buena madre.


–Gracias. Supongo que ocuparme de Ignacio me serviría si algún día tuviera mis propios hijos.


–¿Si algún día…?


Ella se encogió de hombros.


–Estoy demasiado ocupada con mi sobrino como para pensar en el futuro.


–No tiene nada de malo centrarse en el presente.


Sí, lo más probable era que eso hiciera él, pensó Paula. Pero su situación era muy diferente. Pedro estaba triunfando en su profesión y ella… No. No iba a empezar a compadecerse de sí misma en ese momento, se dijo. Menos, con él delante.


–Ignacio ha escrito a sus padres y les ha hablado de los entrenamientos y de lo bueno que eres con ellos.


–Supongo que Gonzalo sabe que exagera.


–Supongo.


–¿Ah, sí? –dijo él, arqueando una ceja con buen humor.


–Tú mismo lo has dicho –bromeó ella.

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