viernes, 14 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 64

Cuando Paula leyó el artículo, se quedó pálida. Sugería una boda inminente. Oh, no.


–No sabía que lo de ustedes fuera tan serio –señaló Silvana.


–Ni yo –repuso Paula, pensando que a Pedro no le iba a gustar. De pronto, sin embargo, a ella no le pareció tan malo ser su novia–. Espero que nadie crea esto.


–Pedro y tú se quieren, eso es lo que importa.


Al escucharla, a Paula se le encogió el estómago. Mirando las fotos, comprendió lo que había estado tratando de ignorar todo el tiempo. No podía seguir negándolo. Amaba a Pedro. Se había enamorado de él. A pesar de todas las razones en contra.


–Te has puesto pálida –observó Silvana–. ¿Estás bien?


–No lo sé –admitió Paula.


Se había engañado a sí misma, creyéndose inmune a los encantos y los besos de Pedro.


–No dejes que los cotilleos de la revista te preocupen –aconsejó Silvana–. Habla con Pedro. Estoy segura de que él sabrá qué hacer.


Sí, Pedro se había visto metido en líos de faldas en muchas ocasiones. Sin embargo, Paula no estaba segura de que muchas otras mujeres se hubieran enamorado de él. Además, si ella había cambiado de idea respecto a querer una relación, tal vez, él también. Si no… Pero Pedro la correspondía, se dijo a sí misma. Sus besos eran la prueba de que sentía algo por ella. Sabía que así era. ¿Qué tenía de malo si le decía que se había enamorado? Podía hablar con él y ver lo que pasaba.


Después de cenar, Pedro ayudó a recoger las sobras de la comida y las llevó a la cocina.


–Esto es lo último –señaló él, dejándolo sobre la mesa.


–Me gusta Paula –comentó su madre.


–Y a mí.


–Bien, porque ya es hora de que vayas en serio con una mujer.


–¿Por qué dices eso? –preguntó él, encogiéndose.


–Tu padre y yo nos estamos haciendo mayores. Nos gustaría tener nietos para poder jugar con ellos. Paula y tú tendrán bebés muy guapos.


–Espera, mamá –repuso él, levantando las manos como para pedir una tregua–. Me gusta Paula. Eso no quiere decir que vaya a tener hijos con ella. Debo centrarme en mi carrera.


–Una pelota de fútbol no te va a hacer mucha compañía cuando te retires.


–Buscaré pareja cuando deje de jugar.


–Faltan años para eso.


–Eso espero –señaló él.


–Una mujer como Paula no va a esperar mucho tiempo. No tiene por qué hacerlo –opinó su madre y llenó una fiambrera con los restos de queso–. Mientras tú andas por ahí jugando al fútbol y coqueteando con mujeres fáciles, alguien llegará y se la llevará. Tendrá un anillo en el dedo antes de Navidad.


–Paula no quiere un anillo. Ni mío ni de nadie –aseguró él–. Ella piensa lo mismo que yo sobre las relaciones. Además, está demasiado ocupada cuidando a Ignacio como para tener nada serio con nadie.


–Entonces, cuando vuelvas a Phoenix…


–Lo nuestro se habrá terminado.


–¿Y cuándo volverás?


–Papá y tú pueden visitarme. He luchado mucho para salir de Wicksburg –respondió él.


–Tú eres adulto y puedes tomar tus propias decisiones, cariño, pero, por favor, piénsalo bien. Piensa lo que puedes perder si te vas de aquí y dejas a Paula, sin mirar atrás.


–No sabes lo que estás diciendo, mamá.


–Tal vez. Pero un día te darás cuenta de que el fútbol no lo es todo. Me gustaría que tuvieras una vida propia cuando eso pase.


–Solo quieres que vuelva a Wicksburg y tenga hijos.


–Quiero que seas feliz.


–Soy feliz –aseguró él. Sí, era cierto que gran parte de su felicidad se debía a Paula, pero ¿Qué más daba eso? Los dos habían acordado que lo suyo sería solo algo temporal–. Sé lo que hago. Sé lo que quiero.


Y eso no incluía ni a Paula ni Wicksburg.


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