viernes, 7 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 46

No decir algo no era engañar. Aunque tampoco era jugar limpio.


–Debo admitir que estoy un poco sorprendido. Paula no es tu tipo de mujer –comentó Fernando.


Pedro no sabía cuál era su tipo. Sí sabía que las mujeres que solía conocer en los clubs nocturnos no le llegaban a Paula ni a la suela de los zapatos. A ella no le importaba cuánto dinero ganaba, ni para qué equipo jugaba, ni qué coche tenía. Y sus besos le habían llegado al alma.


–Conozco a Paula desde que estaba en la guardería –explicó él–. Su hermano era uno de mis mejores amigos y estuvimos en el mismo equipo en el instituto.


–Podríamos utilizarlo en nuestro provecho –caviló Fernando, frunciendo el ceño–. McElroy es un amante de la familia. La historia de recuperar un amor de la infancia vendería buenos titulares.


Ni hablar, pensó Pedro.


–Paula era demasiado joven para salir conmigo cuando estábamos en el colegio. No intentes convertir esto en algo que no es. Yo me iré pronto de este pueblo.


–Hacen buena pareja. Parece que van en serio.


–Yo nunca voy en serio –protestó Pedro.

 

–Hasta ahora, no. Pero eso no quiere decir que no puedas hacerlo –opinó Fernando–. Paula podría ser para siempre.


Claro que sí, admitió Pedro para sus adentros. Paula podía ser para siempre, pero no para él. Además, ella necesitaba a alguien que viviera cerca y la ayudara con Ignacio. Alguien que hiciera de ella su prioridad y que le diera toda la atención que merecía. Él no podía ser esa clase de hombre, mientras jugaba al fútbol por todo el mundo, vivía en Arizona y no estaba preparado para pensar en compromisos a largo plazo.


–Lo único que quiero en mi vida ahora es el fútbol. 


No había espacio para nada más. No era posible.





Mientras Ignacio se lavaba los dientes, muerto de sueño, Paula le preparó el pijama sobre la cama. No podía dejar de pensar en Pedro y en cómo la había besado. También, le preocupaba lo que podía estar diciéndole su agente en ese momento. Deseó poder dar marcha atrás al reloj. Hubiera rechazado su invitación a cenar. De esa manera, no se habría metido en ese embrollo y no estaría deseando más besos. Estar colada por Pedro no significaba que tuviera que besarlo. Se suponía que debía limitarse a disfrutar de su presencia, no terminar con los labios hinchados y el corazón hecho un lío. Su mejor estrategia sería mantenerse alejada de él. No tenía por qué verlo antes del partido de los Defeeters el próximo sábado. Aunque él le había prometido llamarla al día siguiente… Pedro había vuelto a prometerle algo. No la había decepcionado la primera vez. Ella esperaba que no lo hiciera en esa ocasión, tampoco, pero no sabía qué pensar. No confiaba en su instinto en lo relacionado con los hombres. Tocándose los labios por enésima vez, recordó aquel beso. No podía seguir así. Debía concentrarse en su cuaderno de dibujo. En cuanto acostara a Ignacio… Entonces, sonó el teléfono. A ella le dió un vuelco el corazón, pensando que sería Pedro. Ignacio salió como una flecha del baño. Descolgó el aparato.


–Hola, soy Ignacio, ¿Quién llama?… ¡Papá!


Su excitación le arrancó a Paula una sonrisa. También, se sintió aliviada. Gonzalo debía de haber llegado a una base donde podía hacer llamadas. Su hermano estaba a salvo.

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