viernes, 21 de mayo de 2021

El Sabor Del Amor: Capítulo 5

 –Ah, entiendo. Así que, en realidad, le hago un favor, ¿Eh? Por supuesto, no tiene nada que ver con que el encantador Sebastián remueva cielo y tierra si tú se lo pides, ¿Verdad? Bueno, en serio, no sabes cuánto te lo agradezco. ¡Eres toda una amiga! Gracias, Sofía. Y que lo pases bien en China.


–Lo haré, pero solo si dejas de preocuparte, querida. No lo niegues, lo noto en tu voz. Que unos cientos de personas vayan a presentarse el sábado por la noche no significa que tengas que ponerte nerviosa. Ya verás como ni siquiera notarán la ausencia de Valeria –entonces, la voz de Sofía se tornó urgente–. Lo siento, Paula, pero están anunciando mi vuelo. Cuídate. Adiós, Pau, adiós.


Paula se quedó con el móvil en la mano durante varios segundos antes de cerrarlo y expulsar despacio el aire que había contenido en los pulmones. ¿Preocupada? Claro que estaba preocupada. Mejor dicho, aterrorizada. Y sería una estupidez no estarlo. ¿Qué pasaría si la fiesta para recaudar fondos acababa siendo un fracaso total? Había mucha gente creativa y con gran talento que necesitaba ayuda para realizar sus sueños. Las becas para formar a jóvenes y prometedores cocineros eran solo el principio, pero un buen principio en muchos sentidos. Una pena que Dee tuviera que estar en China aquella semana, le habría venido bien su apoyo. Sobre todo, ahora que la famosa cocinera a la que había logrado convencer para que asistiera a la fiesta como invitada de honor la había llamado, aquella misma mañana, para decirle que no podía ir. Le había llevado meses de súplicas lograr que la famosa Valeria Cagoni accediera a asistir al acto. Por supuesto, comprendía que Valeria se encontrara aún con su familia en Turín debido a que sus dos mellizos de cuatro años tenían la varicela. Y era una pena que Valencia estuviera demasiado estresada para ayudarla a encontrar a otro cocinero que pudiera ir en su lugar. «Gracias, Valeria, antigua jefa y mecenas. Muchas gracias». El pánico se apoderó de ella durante varios segundos, pero logró controlarlo, igual que controlaba el miedo y la sofocante angustia que le producía haber asumido semejante responsabilidad. La fiesta de recaudación de fondos había sido idea suya, pero si había algo bueno que su padre le había enseñado era que uno siempre tenía diferentes opciones. Ahora, lo único que necesitaba era encontrar un sustituto… Y lo antes posible.


Paula cambió de postura en el duro asiento con el fin de ponerse más cómoda, aunque pronto iba a tener que ir a hablar con el dueño de la galería ya que, al fin y al cabo, era su cliente. Por otra parte, aquello no era un museo, y había estado sentada más tiempo del anticipado. Sus clientes, gente rica en busca de un cuadro que adornara una pared no iban a esperar sentados en un banco de cuero más de unos minutos mientras ella estaba ahí sentada. Se miró el reloj y casi no pudo creer que hubieran pasado ya veinte minutos. Sorprendente. Era la primera vez en varias semanas que había logrado disponer de unos minutos para disfrute personal. Entre la pastelería y organizar el acto de recaudación de fondos no había tenido tiempo para nada; pero ahora que podía, estaba decidida a aprovechar hasta el último segundo. En cualquier caso, siempre había sido así. Cada vez que su madre, como diseñadora de interiores, compraba una obra de arte para alguno de sus clientes, era ella, su hija, quien tenía que ir a examinar la obra antes de que esta fuese enviada a una de las dos, tres u ocho casas que el cliente tuviera esparcidas por todo el mundo. Aquello formaba parte del negocio de su madre. Cuando veía una pieza de arte que le gustaba, se tomaba todo el tiempo que podía para disfrutarla. Era así de sencillo. Disponer de tiempo para ver obras de arte era quizá lo único que echaba de menos después de haber cambiado el rumbo de su vida. Desde el primer momento, había sido consciente de que llevar una pastelería y un café no era un trabajo de ocho horas, pero ahora trabajaba mucho más que cuando estaba en el banco.

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