viernes, 14 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 62

Cuando Paula le dió la vuelta al cuadro, Pedro se quedó atónito. Había esperado ver una cesta de frutas o un jarrón con flores. No un vibrante retrato de personas divirtiéndose en un parque. Por suerte, estaba sentado, si no, se habría caído de espaldas. Era una pintura increíble. Al verla, era como si estuviera allí entre esa gente que volaba cometas, montaba en bici o llevaba carritos de bebés. Incluso había una tortuga junto a un gran estanque.


–Tienes mucho talento.


–Pero tú no sabes nada de arte.


–Ya, pero reconozco la calidad cuando la veo. Esto es mil veces mejor que la basura que cuelga de mis paredes en Phoenix.


–No creo que lo que tú tengas pueda llamarse basura… pero gracias.


–Nada de gracias –repuso él. El cuadro le decía muchas cosas sobre Paula. Cada pincelada exudaba vida–. Tengo un par de amigos que poseen galerías de arte.


–No estoy preparada para eso, gracias.


–Sí lo estás. Confía en tí misma y en tu talento. Piénsalo al menos.


–Lo haré –repuso ella poco convencida–. ¿Quieres ver otro? No todos son tan alegres como este.


–Por favor –pidió él. Ver su obra era como asomarse dentro de su alma.


Paula no había imaginado que acabaría enseñándole sus pinturas a Pedro. Pero él no solo las había apreciado, sino que las comprendía y se había fijado en detalles que la mayoría de la gente pasaba por alto. Él acompañó a la cama a Ignacio, por petición del niño. Aunque los Fuego habían perdido cero a uno contra los Galaxy, los dos estaban de acuerdo en que había sido un buen partido.


–Habrían ganado si tú hubieras estado allí –dijo Ignacio.


–Eso nunca se sabe –contestó Pedro, revolviéndole el pelo.


Desde la puerta, Paula los escuchó hablar un rato más de fútbol. Gracias a Pedro, su sobrino era feliz de nuevo. Al menos, por el momento. Tras desearle buenas noches a Ignacio, Pedro salió al pasillo y entrelazó su mano con la de Paula.


–Al fin te tengo para mí solo.


–¿Tenemos que ver los comentarios de después del partido?


–He programado mi vídeo para que los grabe, así que no hace falta –afirmó él y la tomó entre sus brazos–. Pero esto sí hace falta – añadió y la besó con ternura.


Pedro besaba tan bien… En el salón, se sentó con ella sobre el regazo y siguieron  besándose. Poco a poco, el calor iba aumentando. Un mar de agradables sensaciones la envolvía, derritiéndola entre los brazos de él.


–Te dije que esto sería divertido –comentó Pedro cuando sus bocas se apartaron.


–Sí –respondió ella. 


Aunque podía convertirse en un hábito muy peligroso. Por suerte, él se iría pronto. Ninguno de los dos podía permitirse tener una relación seria.

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