viernes, 7 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 49

Paula no tenía ganas de compartir su trabajo con Pedro. No quería exponerle una parte tan íntima de sí misma. Sobre todo, después de lo que sus besos habían despertado en ella. Además, estar en casa a solas no sería buena idea tampoco.


–Podemos ir a la cafetería. Dame tiempo para lavarme y tomar el bolso.


Minutos después, Paula salía de su casa.


–¿Quieres que nos veamos allí?


–Podemos ir juntos en el coche.


Era lo que ella había temido que dijera.


–Yo conduciré.


–Tu coche es más bonito que la vieja furgoneta de mi padre.


–Y está más cerca –indicó ella, señalando al coche que tenía estacionado delante de casa–. Así tendrás que andar menos.


–Qué considerada.


También, lo hacía por ella. Llevando su propio coche, podría decidir cuándo quería irse. Paula le abrió la puerta.


–¿Necesitas ayuda para entrar?


–Gracias, pero puedo solo –repuso él, frunciendo el ceño.


Paula se sentó delante del volante y arrancó. El ambiente estaba tenso y él tenía la mandíbula apretada.


–¿De qué querías hablarme? –preguntó ella, dando marcha atrás.


–Esperemos hasta llegar a la cafetería.


Solo estaban a cinco minutos de distancia. Lucy encendió la radio. La música era mejor que el silencio.


–¿Tiene algo que ver con Fernando?


–Sí –asintió él–. Pero no tienes de qué preocuparte.


Fácil decirlo. Paula entró en la calle principal, llena de pequeñas tiendas y restaurantes. Era una mañana tranquila y estaba todo casi vacío. Estacionó delante de Java Bean, una pequeña cafetería con tres mesas dentro y dos en la calle. El local estaba vacío. Pidieron sus cafés en la barra y, cuando se sentaron, sus pies se rozaron de forma accidental.


–Lo siento –dijo él.


–Disculpa –repuso ella. Cuanto antes terminaran con eso, mucho mejor–. ¿Qué pasa?


–Alguien ha publicado en Internet que estoy entrenando a un equipo de niños en Wicksburg –señaló él y le dió un trago a su café.


–¿Fernando se ha enterado?


–Sí.


–Por eso parecía tan disgustado.


–Se calmó cuando te fuiste –explicó él–. Resulta que ayudar a mi novia con los entrenamientos es algo que sí puedo hacer.


¿Novia?


–¿Eh?


–Fernando piensa que tú y yo estamos saliendo.


¿Saliendo?


–¿Cómo reaccionó cuando le dijiste que no era así?


–No se lo dije –admitió Pedro, sin atreverse a mirarla a los ojos–. No lo negué, pero tampoco le dije que fuéramos pareja.


–Entonces, Fernando cree que somos… –comenzó a balbucear ella, atónita.


–No tuve elección.


–Tenías que hacer lo mejor para tu carrera. Lo entiendo – aseguró ella. Después de todo, él se había metido en ese lío por ayudar a los Defeeters. No podía estar enfadada–. Sé que el fútbol significa mucho para tí.


–No es solo por eso. Si le hubiera dicho a Fernando que tú y yo no estamos saliendo, no habría podido seguir ayudándolos con los entrenamientos.


Paula comprendió. Pedro no lo había hecho pensando solo en sí mismo. Lo había hecho por ella, por Ignacio y por los chicos. El corazón se le aceleró.

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