miércoles, 12 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 59

Sentada en el coche, Paula miró a Pedro. Su perfil parecía esculpido bajo las luces de las farolas. Pero su corazón no era de piedra. Era un hombre generoso, atento y divertido. Tal vez la prensa lo había presentado como un vividor, pero ella podía percibir otra clase de hombre bajo la fachada. Y le gustaba lo que veía. Él tomó la calle donde ella vivía. Después de compartir sus secretos, Pedro y ella se habían pasado el resto de la cena riendo y contándose historias. Era una pena que la noche llegara a su fin, pensó.


–No puedo creer que nos comiéramos ese pastel de manzana después de la fondue y el resto de la cena.


–Yo solo probé dos bocados –bromeó él.


–Dirás veintidós.


Pedro estacionó ante la casa.


–Nunca se me han dado bien las matemáticas. Por eso, el fútbol es mi deporte preferido. Los resultados rara vez alcanzan los dos dígitos.


–Por eso inventaron las calculadoras –apuntó ella, sonriendo–. Para las personas como nosotros.


Pedro le guiñó un ojo y sacó la llave del contacto.


–Espérame ahí. Voy a abrirte la puerta.


Sus modales de caballero impresionaron a Paula. Lo cierto era que esa noche la había impresionado en muchos aspectos.


–¿Milady? –dijo él, tendiéndole el brazo después de abrirle lapuerta.


–Gracias, muy amable, señor –repuso ella, siguiéndole el juego. 


Cuando los dedos de ella lo tocaron, le dió calambre. ¿Sería de la electricidad estática del coche? Fuera como fuera, estaba cargada de calor y su cuerpo parecía un volcán a punto de explotar.


–Debes de tener frío –comentó él cuando estuvieron los dos en la acera.


A pesar de la que la noche había refrescado y de que llevaba un vestido sin mangas, Paula no tenía frío. No con Pedro a su lado.


–Estoy bien –aseguró ella. El cielo estaba cuajado de estrellas resplandecientes–. Hace una noche preciosa.


–Mucho.


Pedro la estaba mirando a ella, no al cielo. Al darse cuenta, a Paula se le aceleró la sangre en las venas. Deseó poder quedarse allí con él toda la noche, derritiéndose con su sonrisa. Apartó la mirada y se dirigió hacia el porche de su casa. Él la siguió. Ella titubeó. Pedro la había hecho sentir de una manera especial esa noche, escuchándola y compartiendo partes de sí mismo con ella. Pero aquello no era una cita de verdad. Aunque, en algún momento de la noche, había parecido que ninguno de los dos había estado fingiendo. Eso… La preocupaba. No confiaba en ella misma en lo relativo a los hombres y, menos, con él. Era mejor darse las buenas noches y retirarse sola a su casa para poder pensar con calma. En el porche, sacó las llaves del bolso con mano temblorosa.


–Lo he pasado muy bien, gracias.


–La noche es joven aún.


Paula tembló de excitación. Quería invitarlo a entrar. ¿A quién iba a engañar? Quería lanzarse a sus brazos y besarlo hasta quedarse sin aliento. Hasta que saliera el sol.

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