lunes, 17 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 67

 –Siento no poder estar con ustedes esos dos partidos. Pero la entrenadora Paula hará un gran trabajo.


–Demos las gracias a Pedro por su ayuda, ¿Les parece, chicos? –propuso ella, aclarándose la garganta.


Los niños gritaron el lema de los Defeeters, aunque sin entusiasmo. Ella no podía culparlos. Había sabido desde el principio que ese día llegaría, sin embargo, no podía aceptarlo. Lo habían pasado tan bien juntos que aquello no podía terminar sin más, pensó Paula. Podían seguir en contacto, verse de vez en cuando… Pedro se despidió de los chicos uno por uno. Cuando le tocó el turno a Ignacio, el pequeño lo abrazó con fuerza, sin querer soltarlo. A Paula se le hizo un nudo en la garganta. Ignacio se había apegado mucho a Pedro. Después de haberse tenido que despedir de sus padres, tenía que repetir una separación dolorosa. Pero no sería para siempre, esperó ella. Él no podía hacerle eso a un niño de nueve años.


–Marcos está en el coche llorando –dijo Mónica, posándole la mano en el hombro a Paula–. Voy a llevarlo a tomar una pizza. Me llevaré a Ignacio también, así podrás estar un poco a solas con Pedro.


–Muchas gracias –repuso Paula.


Cuando Pedro terminó de hablar con Ignacio, su tía le contó al niño los planes. El muchacho asintió con ojos tristes y se fue con la madre de Marcos.


–Está disgustado –observó Pedro, un poco sorprendido.


–Ha tenido que decirles adiós a sus padres y, ahora, a tí – comentó ella–. Es mucho para un niño de nueve años.


–Lo superará.


–Sí, antes o después. ¿Cuándo te vas?


–Esta noche.


–¿Tan pronto? –preguntó ella, quedándose sin aire.


–Sabías que me iría.


–Sí, pero esperaba que me lo hubieras dicho antes que los demás –repuso ella con voz temblorosa.


Sin embargo, él no dio explicaciones ni se disculpó.


–Tengo que irme. Soy futbolista. Quiero jugar.


–Había pensado que Ignacio y yo podríamos ir a verte jugar contra los Rage cuando vengas a Indianápolis.


–Eso no sería… buena idea.


–Él quiere verte jugar y yo también –afirmó ella, perpleja.


–Necesito centrarme en mi carrera –señaló él con voz plana–. No quiero tener una relación a distancia ni una novia. Creo que lo dejamos claro…


–¿El tiempo que hemos pasado juntos no significa nada para tí? –le espetó ella, dolida y furiosa. No le importaba que él supiera cuánto le afectaba. Se había enamorado de Pedro y había creído que él la correspondía–. Todos esos besos…


–Sabes que me gustas, pero eso es todo –señaló él–. Tú misma dijiste que no estabas preparada para tener una relación.


–Es verdad. Pero tú me enseñaste lo bueno que puede ser. Llegué a pensar que podía funcionar. Creo que tú lo sabes.


Él levantó la vista, sin decir nada. Entonces, Paula se dió cuenta de que él no quería reconocer sus sentimientos.


–Tienes miedo.


–No tengo miedo de tí.


–Tienes miedo de tí mismo y de tus sentimientos, porque pueden ser más importantes para tí que el fútbol.


–Eso es una locura.


–No lo es –replicó ella–. Yo he sentido lo mismo. No quería correr riesgos porque tenía miedo a sufrir –apuntó ella–. Te conozco mejor de lo que crees. Y sé que tengo razón. Aunque tal vez sea demasiado tarde.


–Tengo un poco de tiempo antes del vuelo. Puedo llevarte a casa, si quieres.

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