miércoles, 5 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 42

Paula esbozó una sonrisa forzada. Todavía no había desaparecido el rubor que había saltado a sus mejillas cuando Pedro la había besado.


–Qué amable.


Fernando Cochrane no tenía nada de amable, observó Pedro para sus adentros. Tenía reputación de ser implacable en los negocios. Su frialdad le convertía en un agente perfecto.


–Ya veo que mi preocupación porque estuviera solo era infundada –comentó Fernando, mirando a Paula con desconfianza. Luego, posó los ojos en Pedro.


Su mirada acusatoria no dejaba dudas sobre lo que Fernando pensaba que estaba pasando. Pedro hizo una mueca. No le gustaba que metieran a Paula en el mismo saco que las otras mujeres con las que había salido.


–He invitado a Paula y a Ignacio a cenar una pizza.


–Y helado con nata –puntualizó Ignacio con una sonrisa.


Fernando arqueó las cejas. Posó los ojos en la camiseta mojada de Paula.


–Por lo que veo, también ha habido una guerra de agua.


Pedro intentó no fijarse en cómo se le pegaba a los pechos la camiseta mojada a Paula. Pero no lo consiguió. Ella se sonrojó todavía más y lo miró como si quisiera salir corriendo. Él apretó la mandíbula. No le gustaba que se sintiera incómoda.


–Un fallo de las tuberías.


–Eso siempre es un fastidio –repuso Fernando.


–Nada que no pueda arreglarse –dijo Pedro con tono áspero.


Fernando estaba enfadado por haber encontrado una mujer en su casa, de acuerdo. Pero eso no le daba derecho a portarse como un cretino, pensó, apretando los puños. Hubo un tenso silencio. Solo Daisy e Ignacio parecían a gusto.


–Bueno, ha sido un placer conocerte, Fernando. Mañana hay colegio, así que tenemos que irnos –se despidió Paula–. Gracias por invitarnos a cenar, Pedro.


–Sí, gracias. Lo he pasado muy bien con Daisy –afirmó Ignacio y bostezó–. Es una casa muy divertida. El patio es tan grande que podríamos hacer allí los entrenamientos.


–¿Juegas al fútbol? –preguntó Fernando.


El niño asintió. Fernando lo observó, como si estuviera sopesando su potencial.


–¿En qué posición juegas?


–Donde me mandan –repuso el muchacho, levantando la barbilla.


Fernando sonrió, de pronto. Sus rígidas facciones se suavizaron.


–Con esa actitud, llegarás lejos.


–Quiero ser como Pedro cuando crezca –señaló Ignacio, orgulloso.


–Gracias, compañero –repuso el futbolista, conmovido.


Entonces, Pedro posó los ojos en Paula. Quería darle un beso de buenas noches. ¿A quién quería engañar? Quería darle millones de besos de todas clases. Era una mujer sexy y dulce, una combinación muy poderosa.


–Te acompaño.


Paula asintió.


–Yo te espero aquí –dijo Fernando.

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