miércoles, 5 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 43

Pedro los acompañó hasta el coche. Daisy corrió ladrando alrededor de los tres. Al parecer, no quería que Ignacio se fuera. A él le pasaba lo mismo con Paula. Debía de estar loco. Necesitaba que ella se fuera cuanto antes, para no caer en la tentación de volver a besarla. Ignacio se subió al asiento de atrás y, en cuanto se hubo abrochado el cinturón, cerró los ojos.


–Se ha dormido –observó Pedro.


–Tienes problemas –adivinó ella, señalando a la casa.


Él estuvo a punto de contestarle que no, pero se calló. No quería preocupar a Paula, aunque tampoco deseaba mentirle.


–No lo sé –contestó él, sin disimular su preocupación.


–No parece contento –señaló ella, frunciendo el ceño, y lo miró con compasión.


Pedro era un lobo solitario. No estaba acostumbrado a que la gente se preocupara por él…


–Fernando nunca ha tenido tacto. Los buenos modales no son lo suyo.


–No me gustaría encontrármelo en un callejón oscuro. Menos mal que está de tu lado.


–Fernando es mi mayor apoyo, después de mis padres –admitió Pedro. Siempre había podido contar con su agente, que había creído en él desde el principio–. Lucha por sus clientes. Yo llevo con él once años. Fui su segundo cliente.


–Los dos debían de ser muy jóvenes entonces.


–Jóvenes e idealistas. Pero hemos crecido y hemos pasado por muchas cosas.


–Le habrás hecho ganar mucho dinero a lo largo de los años.


–Sí.


Los dos se habían hecho ricos. Sin embargo, las palabras de Paula le dieron qué pensar. Sus personas más allegadas hacían dinero a su costa. Su agente, su relaciones públicas, su entrenador personal. Sus amigos siempre estaban deseando verlo cuando celebraba una fiesta, pero no tanto cuando estaba varado en medio de ninguna parte en Indiana. Una sensación de amargura lo invadió. ¿Qué hacía Fernando allí? ¿Acaso solo quería asegurarse de que no se agotara el pozo de sus ganancias a costa del futbolista Pedro Alfonso? Pedro esperaba que no. Quería pensar que para Fernando era algo más que un cliente y un montón de dinero. Paula se humedeció los labios. Él se controló para no tomarla entre sus brazos y besarla con frenesí.


–Respecto a lo de la cocina…


Ella frunció el ceño aún más. Miró a Ignacio, que dormía en el coche.


–No debería haber pasado. Ha sido un… Error.


Pedro la observó, tratando de adivinar sus pensamientos.


–A mí no me pareció un error.


–Yo…

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