lunes, 10 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 52

 –Bueno, hay mucho trabajo por hacer antes del partido final – señaló Paula.


–Es verdad. Para eso tenemos los entrenamientos –afirmó Pedro–. Han jugado hoy tan bien que esto hay que celebrarlo.


–¡Merienda!


Mónica, la madre a quien le había tocado encargarse de llevar la merienda, les pasó bolsas con zumo, sándwiches y galletas. Los niños devoraron como pirañas. Pedro se sentó detrás de Paula y posó las manos en sus hombros. Ella se puso tensa. Pero a él no le importó. Se suponía que salían juntos. Aunque no iba a ir tan lejos como para besarla allí mismo, podía tocarla. Acercó la boca a su oído, dejándose envolver por su dulce aroma.


–Quería felicitarte –susurró él, notando cómo los padres y el otro entrenador los miraban con curiosidad–. Has hecho un trabajo excelente, entrenadora.


Paula giró la cabeza y sonrió con cautela.


–Gracias, pero tengo el mejor ayudante. Los chicos no habrían marcado ningún gol sin tu ayuda.


Al sentir su cálido aliento, a Pedro le subió la temperatura. Se le hizo la boca agua. No quería esperar al próximo lunes para verla. Y dudaba que ella aceptara quedar antes. Aunque, tal vez, con ayuda de Ignacio podría conseguirlo, caviló. No era jugar muy limpio y lo sabía. Pero, si conseguía pasar más tiempo con ella, merecería la pena.


–Hoy se merecen un premio especial –les dijo Pedro a los niños, poniéndose en pie–. ¿Quién quiere un granizado?


–Él puede permitirse invitar a todos los niños –comentó Silvana a Paula en la heladería–. Tienes tanta suerte… Pensé que yo tenía una oportunidad, pero te ha elegido a tí.


–No me había dado cuenta de que estabais saliendo hasta hoy – le dijo Mónica.


–Es muy guapo –opinó Flavia–. Hacen buena pareja.


–Gracias –repuso Lucy, sintiéndose feliz sin saber por qué.


Padres y niños reían y, entre toda aquella cacofonía de ruidos, Paula podía distinguir la risa de Pedro, profunda, suave, masculina. Él se había sentado con Damián a un lado e Ignacio al otro. Ellos eran los dos únicos niños que no habían ido con sus padres. Los muchachos estaban sumergidos en la conversación, sonreían y reían. A ella se le hizo un nudo en la garganta. Tal vez, Pedro Alfonso tenía reputación de mujeriego, pero sería un buen padre.


–Bueno, ha sido divertido –dijo Silvana, sacándola de sus pensamientos y fue a buscar a su hijo Damián–. Nos vemos el lunes.


Las familias se despidieron y se dirigieron a los coches.


–¿Puede quedarse a dormir Ignacio? –preguntó Marcos a su madre.


–Claro. Pueden ver una película –contestó Mónica y miró a Paula–. ¿Te parece bien?


–Por favor, tía Paula –pidió Ignacio con ojos suplicantes.


–Ha dormido en nuestra casa en otras ocasiones –afirmó Mónica.


–De acuerdo. Pero tendrás que venir a casa conmigo primero. Tienes que ducharte y hacer tu mochila.


–Yo iré a la tienda. Lo podemos recoger cuando vayamos de camino a casa –propuso Mónica.


–Gracias –dijo Paula y abrazó a su sobrino–. Esta va a ser mi primera noche sola desde que he vuelto a Wicksburg. Me voy a sentir muy rara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario