miércoles, 19 de mayo de 2021

Inevitable: Capítulo 73

Ella se detuvo. No quería hablar con él, pero se lo debía, por haberlos ayudado.


–Gracias. Esto ha significado mucho para los niños –dijo ella, tratando de ocultar el maremoto que arreciaba en su interior.


–No lo he hecho solo por ellos –aseguró él y, ante su silencio, continuó–: Lo siento. No debí irme así. Solo pensé en mí. No quería hacer daño a nadie, pero lo hice. Espero que puedas perdonarme por haber sido tan egoísta.


–Te perdono –afirmó ella con el corazón encogido.


–Gracias. No sabes lo que eso significa para mí.


Paula no quería saberlo.


–Tengo que irme…


–Quédate.


–¿Por qué? –preguntó ella, llena esperanza.


–Quiero decirte algo más –añadió él–. Tú me has hecho comprender que no quiero que el fútbol sea lo único en mi vida. Quiero más que eso. Te necesito a tí, Paula.


Paula se quedó paralizada. No podía creer lo que estaba oyendo.


–Cuando llegué a Phoenix, me di cuenta de que tenías razón. Estaba asustado. No fui honesto conmigo mismo. Significas mucho para mí. No quiero perderte.


–Vivimos en mundos diferentes, en lugares diferentes. No puede salir bien –repuso ella tras un momento con lágrimas en los ojos.


–Podemos hacer que funcione.


–Lo dices en serio.


–Muy en serio –repuso él, tomándole la mano y besándole cada dedo–. Te quiero.


Paula se llenó de alegría y supo, al momento, que él era sincero, que no eran solo palabras.


–Yo también te quiero.


Pedro la tomó entre sus brazos con pasión y la besó. Entonces, cuando ella lo rodeó de la cintura, a él se le cayó algo al suelo. Era una cajita con un lazo blanco y el logotipo de la joyería Tiffani’s. Paula se quedó boquiabierta. Él le entregó el pequeño paquete. Dentro, relucía un anillo de compromiso con un gran diamante.


–Solo quiero estar contigo. Te quiero. Quiero casarme contigo, Paula, si me aceptas.


Paula no podía creer lo que estaba pasando. Pedro Alfonso le había pedido que se casara con él. Estaba decidido a que lo suyo funcionara. Y ella no tuvo duda en cuál era su respuesta.


–Sí.


Pedro le puso el anillo en el dedo. Encajaba a la perfección. Igual que ellos dos. Paula se quedó mirando la joya. Una sensación de serenidad la invadió.


–Así que esto lo hace oficial.


–Eres mía –afirmó él, acariciándole el rostro con los labios.


–Y siempre lo seré.


–Te amo, Paula –dijo él y la tomó entre sus brazos de nuevo.


–Te amo –suspiró ella, radiante de felicidad. 






FIN

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