lunes, 1 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 41

De inmediato le aseguró que tenía todo a mano y le afirmó que su hermano se marcharía a primera hora de la mañana. Lo  cual  no  pareció  ser  el  caso  cuando  abrió  los  ojos  al  sol  que  entraba débilmente a través de las cortinas y a una llamada delicada a la puerta, entreabierta. Pedro Alfonso no parecía un hombre adecuadamente vestido para regresar  a  su  trabajo  en  Londres.  Paula se  incorporó  un  poco  más  y  miró el reloj. ¡Las diez y media! Gritó.

 -Estabas muerta para el mundo -fue hacia ella con dos pequeñas grageas  en  una  mano  y  un  vaso  de  agua  en  la  otra-.  Así  que  no  te desperté y me cercioré de que Joaquín fuera silencioso como un ratón. Le gustó el juego.

 -¡No debiste dejarme dormir  tanto!  -apartó  el  edredón,  pero  el  simple acto de tratar de sacar las piernas de la cama hizo que gritara de dolor.

 -No. ¡Debería haberte sacudido hasta que te despertaras y luego insistido  en  que  bajaras!  -le dió  las  pastillas  y  mientras  se las tragaba, la puso al corriente de lo sucedido. Se había levantado a las seis,  se  había  ocupado  de  Joaquín,  lo  había  llevado  al  colegio  y  de  regreso  había  parado  para  comprarse  algo  de  ropa  y  comida.  Y,  desde luego, los medicamentos recetados-. Y ahora... -se sentó en la cama-...  te ayudaré a  ir  al  cuarto  de  baño.  Luego  el  desayuno.  Te  bajaré en brazos. ¿O prefieres que te lo suba en una bandeja?

Paula estaba  consternada.  No parecía  un  hombre  a  punto  de  marcharse  de  su  casa.  Sino  un  hombre  que  se  había  tomado  demasiado en serio las responsabilidades asumidas. ¿Y por qué tenía que  estar  tan  atractivo?  Sintió  que  los  pechos  sueltos  le  rozaban  la  camiseta y que los pezones se le ponían duros; lo miró ceñuda.

-Lamento haberte estropeado  la  noche,   pero no pienso estropearte el  día.  ¿No tienes  que  regresar  a  Londres?  Fede dijo  que apenas disponías de unos minutos libres cuando venías aquí.

-De hecho, estoy más bien ocupado en este momento, pero eso es  lo  bueno  de  la  vida  moderna  que  llevamos.  Por  suerte,  siempre  meto  el  portátil  en  el  coche  cuando  salgo  de  Londres,  de  modo  que  puedo estar al corriente de lo que sucede desde aquí. He tenido que cancelar  algunas  reuniones,  pero  dispongo  de  gente  que  puede  ocuparse de las cosas siempre que no puedo finalizar algo -le dedicó una  sonrisa  irónica-.  Les  pago  bastante.  De  vez  en  cuando,  tienen  que justificar sus elevados ingresos.

 -Pero...

-Te prepararé un baño.

La  dejó  debatiéndose  en  lo  que  parecían  unas  súbitas  arenas  movedizas  de  mercurio  y  regresó  antes  de  que  pudiera  resignarse a  lo inevitable.

-Sólo por este  día,  entonces  -dijo  mientras  la  alzaba  con  suavidad  de  la  cama  y  la  llevaba  al  cuarto  de  baño,  girándola  en  la  puerta para protegerle el pie.

 -Si  tú  lo  dices  -murmuró  Pedro de  buen  humor. 

Podía  sentirla  cálida  y  vulnerable  en  los  brazos,  podía  oír  las  maquinaciones  de  su  cerebro mientras aceptaba la presencia de él y era consciente de los latidos rápidos de su corazón. Volvía  a  sentirse  como  un  joven  de  dieciocho  años,  presa  de  emociones desbordadas...

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