miércoles, 10 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 58

Tampoco había desaparecido por completo de la vida de Federico. Seguirían  comunicándose,  aunque  era  poco  probable  que  lo  viera,  pero  siempre  sería  un  vínculo,  y  en  ese  momento  era  algo  que  resultaba de ayuda. La consolaba saber que estaba al corriente de lo que  sentía  por  su  hermano,  de  que  le  transmitiría  información  si  alguna  vez  se  la  pedía,  aunque  le  había  advertido  de  que  jamás  mencionara a Theo a menos que ella sacara el tema. Con el tiempo, tal  vez  le  hablara  del  embarazo,  aunque  no  sabía  si  sería  justo  colocarlo en una posición tan insostenible. Emergió de sus pensamientos y se dio cuenta de que su madre especulaba con hacer una oferta por la cabaña, de cuyos dormitorios Joaquín y  Paula  podrían  disponer  de  los  de  la  parte  de  atrás,  con  la  distante vista del mar.  Eso  pareció  recordarle  a  Joaquín que  le  habían  prometido  un  paseo por la playa.


-No hace falta que vengas, cariño -dijo Alejandra, captando el estado de ánimo de su hija.



Odiaba  verla  tan  encerrada  en  pensamientos  desdichados,  pero  debía  soportar  el  proceso  de  dolor  para  poder  superarlo.  Con  el  tiempo,  ese  hombre  que  la  había  herido  se  convertiría  en  una  parte  de   su   pasado  y  ella  continuaría  con  su   vida.   Mientras  tanto,   sencillamente  tendría  que  enfrentarse  a  la  tristeza  y  aprender  a  encajarla en su vida. Paula sonrió  agradecida  y  permaneció  sentada  a  la  mesa  de  la  cocina, viendo a Joaquín agarrar la mano de su madre. Desaparecieron de  vista  y  ella  continuó  sentada,  mirando  por  la  ventana,  sin  concentrarse  en  nada  específico.   Pasados   diez   minutos,  con  indiferencia  realizó  un  recorrido  de  la  cabaña  para  ver  si  lograba  acopiar  cierto  entusiasmo.  Se  sentía  apática  y  cansada.  El  hecho  de  estar  embarazada  de  dos  meses  no  ayudaba  a  incrementar  sus  niveles  de  energía,  aunque  el  hecho  de  saber  que  siempre  tendría  una  parte  de  Theo  en  cuanto  naciera  el  bebé,  le  proporcionaba  una  sensación cada vez mayor de satisfacción serena.



Al  bajar la  escalera  oyó  el  sonido  de  ruedas  sobre  la  grava  y  supuso que sería el agente inmobiliario. Era  una  pena  que  por  un  cuarto  de  hora  no  pudiera  ver  a  su  madre. La llamada educada a la puerta se había tornado más insistente y, fugazmente, se preguntó si tenía alguna esperanza de esconderse. Teniendo en cuenta que el hombre dispondría de una llave, abandonó la idea, ya que no le parecía muy digno que la sorprendieran debajo de la mesa de la cocina. Abrió  la  puerta  y  parpadeó.  El  sol  era  brillante  e  intenso  y  envolvió la silueta del hombre en una perspectiva oscura. Se protegió los  ojos  con  una  mano  y  entonces  un  mareo  intenso  comenzó  a  extenderse  por  ella,  emanando  desde  lo  más  hondo  de  su  ser  hasta  que  le  llenó  cada  centímetro  del  cuerpo.  Apenas  era  consciente  de  respirar y sólo dispuso de una advertencia de un segundo de que iba a desmayarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario