Paula se quedó boquiabierta y descubrió que apenas podía respirar. Un zumbido dulce le llenó los oídos. «Si es un sueño», pensó, «ojalá duerma para siempre».
-Fede llamó repetidamente y me negué a aceptar sus llamadas. Pensar en él, en que podría no volver a verte jamás pero él sí, me llenaba de furia. Y también de celos.
El corazón de Paula surcó las alturas. Hacía falta mucha honestidad para haber admitido eso y lo amó por el gesto.
-Pero al final tuve que verlo. Y me contó todo y sólo quiero saber...
-¿Qué te contó? -susurró Paula.
-Me habló de su sexualidad, de que es gay, de que su compromiso fue algo que lo inventaron los dos. Dijo que le daba respetabilidad con la familia y a tí seguridad de hombres indeseables.
-Pobre Fede-los ojos se le humedecieron-. Tiene que haber sido lo más duro que jamás haya hecho. Tenía tanto miedo de decepcionarlos a tí y a tu madre -se secó las lágrimas con el dorso de la mano-. Yo no podía decir una palabra, Pedro.
-Y a cambio dejaste que creyera...
-No tenía elección.
-Y te amo por ello.
Durante unos momentos preciosos el tiempo se detuvo mientras ella saboreaba las palabras que había anhelado oír. ¡La amaba! ¡Ese hombre grande, poderoso, controlado e invencible, la amaba! El pensamiento del bebé que llevaba en el interior, el secreto que le había guardado, la devolvió a la tierra con un aterrizaje doloroso. Tragó saliva y se levantó, dándole la espalda mientras iba a la ventana con los brazos cruzados. El lenguaje corporal era expresivo. Pedro la miró y experimentó un frío de miedo puro serpentear por su cuerpo. No había trazado plan alguno al conducir como loco a Cornualles, recorriendo la distancia en tiempo récord. Sólo había sabido que tenía que verla, que tenía que expresarle lo que había mantenido oculto de ,sí mismo hasta que no pudiera ocultarlo más. Su amor había sido una fuerza incontenible. ¿Qué había creído? El modo en que se hallaba erguida, la distancia que había puesto entre ellos, la expresión velada e insegura en la cara... Nada de eso había figurado en sus planes.
-Pedro...
-No lo digas -cortó él con aspereza-. He dicho demasiado -se levantó y metió las manos en los bolsillos.
-Pedro, te amo. Te he amado... Siento que te he amado desde siempre, pero hay algo que debo contarte y no sé qué vas a decir tú. Bueno, puedo adivinarlo... te vas a enfadar, pero no sentí que me quedara otra elección, igual que no la tenía en el asunto de contarte lo de Fede...
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