miércoles, 10 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 60

Paula se quedó  boquiabierta  y  descubrió  que  apenas  podía  respirar.  Un  zumbido  dulce  le  llenó  los  oídos.  «Si  es  un  sueño»,  pensó, «ojalá duerma para siempre».

-Fede llamó   repetidamente  y  me  negué  a  aceptar  sus  llamadas. Pensar en él, en que podría no volver a verte jamás pero él sí, me llenaba de furia. Y también de celos.

El corazón de Paula   surcó   las   alturas.   Hacía falta mucha honestidad para haber admitido eso y lo amó por el gesto.

 -Pero  al  final  tuve  que  verlo.  Y  me  contó  todo  y  sólo  quiero  saber...

-¿Qué te contó? -susurró Paula.

-Me habló de su sexualidad,  de  que es  gay,  de  que  su compromiso  fue  algo  que  lo  inventaron los  dos.  Dijo  que  le  daba  respetabilidad con la familia y a tí seguridad de hombres indeseables.

-Pobre Fede-los ojos se le humedecieron-. Tiene que haber sido  lo  más  duro  que  jamás  haya  hecho.  Tenía  tanto  miedo  de  decepcionarlos a tí y a tu madre -se secó las lágrimas con el dorso de la mano-. Yo no podía decir una palabra, Pedro.

 -Y a cambio dejaste que creyera...

-No tenía elección.

-Y te amo por ello.

Durante unos momentos preciosos el tiempo se detuvo mientras ella  saboreaba  las  palabras que había anhelado  oír.  ¡La  amaba!  ¡Ese hombre grande, poderoso,  controlado  e  invencible,  la  amaba!  El  pensamiento  del  bebé  que  llevaba  en  el  interior,  el  secreto  que  le  había  guardado,  la  devolvió  a  la  tierra  con  un  aterrizaje  doloroso.  Tragó saliva  y  se  levantó,  dándole  la  espalda  mientras  iba  a  la  ventana con los brazos cruzados. El lenguaje corporal era expresivo. Pedro la  miró y experimentó  un  frío  de  miedo  puro  serpentear  por su cuerpo. No había trazado plan alguno al conducir como loco a Cornualles,  recorriendo  la  distancia  en  tiempo  récord.  Sólo  había  sabido  que  tenía  que  verla,  que  tenía  que  expresarle  lo  que  había  mantenido  oculto  de  ,sí  mismo  hasta  que  no  pudiera  ocultarlo  más.  Su amor había sido una fuerza incontenible. ¿Qué  había  creído?  El  modo  en  que  se  hallaba  erguida,  la  distancia que había puesto entre ellos, la expresión velada e insegura en la cara... Nada de eso había figurado en sus planes.

-Pedro...

-No  lo  digas  -cortó  él  con  aspereza-.  He  dicho  demasiado  -se  levantó y metió las manos en los bolsillos.

 -Pedro,  te  amo.  Te  he  amado...  Siento  que  te  he  amado  desde  siempre, pero hay algo que debo contarte y no sé qué vas a decir tú. Bueno,  puedo  adivinarlo...  te  vas  a  enfadar,  pero  no  sentí  que  me  quedara otra elección, igual que no la tenía en el asunto de contarte lo de Fede...

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