miércoles, 31 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 21

—Es... un asunto complicado —murmuró.

Pedro levantó la mano, en un gesto de rendición.

—Como tú has dicho, no es asunto mío.

—¿Te he hecho daño? ¿Quieres hielo...?

Él sonrió de tal forma que las rodillas de Paula se doblaron.

—Mejor podrías darme un beso...

—No seas bobo. ¿Por qué pareces tan interesado en el asunto de los padres ausentes? —preguntó, para cambiar de tema.

De repente, la expresión del hombre cambió.

—Porque,  en  un  mundo  ideal,  los  niños  deberían  tener  un  padre  y  una  madre  —contestó, sin mirarla.

—Sí, pero este no es un mundo ideal.

—Lo sé muy bien.

—¿No  me  digas que  crees  en  la  felicidad,  en las familias  unidas  y  todo  eso?  —bromeó Paula.

—Y en el ratoncito Pérez —sonrió él—. No. Creo que la felicidad dura lo que dura. Y luego, se acabó.

—Pero acabas de decir que los niños deberían tener padre y madre.

—Creo que  no  se  deben  tener  hijos  a  menos  que  se  esté  completamente  seguro  de  que la pareja va a funcionar. No es justo para los niños.

—Pero nadie puede saber si una pareja va a funcionar.

—Cierto.  Pero  una  vez  que  se  tienen  niños,  se  tiene  también  la  responsabilidad  de  cuidar de ellos. No se puede ser egoísta.

Paula dejó de cortar verduras, sorprendida.

—¿Estás diciendo que yo soy egoísta?

—Como  tú  misma  has  dicho,  yo  no  sé  nada  sobre  tus  circunstancias  y  no  es  asunto  mío.

—Entonces, ¿Tú crees que está bien ir de flor en flor mientras no se tengan hijos?

Pedro hizo una mueca.

—¿Ir de flor en flor?  No  me  gusta  mucho  la  expresión,  pero  es  normal  cambiar  de  pareja. Eso es mejor que seguir con alguien a quien no quieres.

 —¿Y da igual que la otra persona resulte herida? Eso es muy irresponsable.

—Al  contrario, es  muy  responsable  —la  contradijo  él—. Más  que  tener  hijos  sin  pensar en su futuro. Cuando yo termino con una relación, nadie sale herido.

 ¿Lo decía  en  serio?  Paula estaba  segura  de  que  tras  él  había  dejado  una  colección  de  corazones rotos.

—¿Y nunca has pensado en tener una familia?

—No.  Dejé  de  creer  en  los  cuentos  de  hadas  cuando  era  pequeño.  Y  hace  mucho  tiempo decidí no ser nunca responsable por la infelicidad de un niño.

Ella lo miró, a la defensiva.

—Valen no es infeliz.

—No  estaba  hablando  de  Valen—murmuró  Pedro,  mirando  por  la  ventana—. Ella parece una niña feliz, pero yo conozco a muchos que no tienen tanta suerte.

—Aún así, no quieres tener hijos...

 —No. Nunca.

 —Lo  siento  por  tí  —murmuró  Paula,  preguntándose  qué  habría  pasado  en  su  vida  para haber tomado aquella lamentable decisión.

Mirando el tenso perfil, sintió una tristeza que apartó de sí inmediatamente. ¿Por qué le ponía triste que Pedro no quisiera tener hijos? ¿Qué le importaba a ella? Pero cuando él se volvió y vió el desconsuelo que había en sus ojos, sintió la horribletentación de abrazarlo. ¿Abrazarlo? Debía estar volviéndose loca.

—Y hablando de relaciones... —empezó a decir él, cambiando de expresión—. ¿Qué vamos a hacer con la química que hay entre nosotros?

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