lunes, 15 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 6

—¿Qué ocurre? —preguntó Matías.

Pedro se  levantó  para  explicarle  la  situación  mientras  Paula examinaba  al  chico. Cuando desabrochó  la  cazadora y  le  vió  el  cuello,  su  corazón  se encogió al  comprobar signos de neumotórax.

—Tiene  desviada  la  tráquea. Hay  que  llevarlo  alhospital  inmediatamente  —explicó en voz baja, apartándose un poco.

 —No hay tiempo —dijo Pedro—. Se ahogaría antes de llegar. Hay que abrir una vía de aire.

—¿Y qué sugieres? —preguntó Matías.

—Tendremos que perforar la cavidad torácica.

—Llevamos equipo para ello, pero no lo he visto hacer nunca —dijo Matías.

—Pues  quédate  por  aquí.  Hoy  es  tu  día  de  suerte  —sonrió Pedro,  intentando disimular su preocupación.

—¿Qué más necesitas?

—Anestesia y un bisturí.

—No puede hacer eso. Es demasiado arriesgado hacerlo aquí... —protestó Paula.

—¿Alguna sugerencia? —preguntó Pedro, quitándose los guantes.

—No —murmuró  ella,  mirando  al  chico—. Pero  estamos  muy  lejos  del  pueblo. Podría morir...

—Si no hacemos nada, morirá seguro. Mírelo, no puede respirar.

—Pero esa es una técnica de emergencia...

—Esta es una emergencia —la interrumpió Pedro.

Quizá tenía razón. Quizá no había alternativa. ¿Cuál  sería  su  especialidad?, se  preguntó  Paula.  No  parecía  nervioso  a  pesar  de  las  condiciones en las que tendría que operar.

 —Muy bien. Adelante.

—Necesito oxígeno, Matías.

—Ahora  mismo  —murmuró  el  hombre,  que  volvió  un  segundo  después  con  una  mascarilla—. ¿Quieren Entonox?

—En este caso, no —contestó Paula—. ¿Hay otro anestésico?

—Iré a ver  —contestó el jefe del equipo.  Unos  segundos  después, volvía  con  una  jeringuilla y un frasco—. ¿Este vale?

Paula miró la etiqueta.

—Sí.  Menos mal  —suspiró. Tenía los dedos helados,  pero debía inyectar  la  anestesia—. Matías, aprieta aquí —dijo, señalando el brazo de Franco.

 El hombre obedeció y Paula buscó una vena.

—No podemos quitarle toda la ropa. Está congelado —murmuró Pedro.

—Matías, ¿Tienes unas tijeras?

 Un segundo después, Paula cortaba el jersey y la camiseta para dejar al descubierto la zona en la que tendría que practicar la incisión.

 —Vamos a hacer un pequeño corte. No es nada, Franco... ahora podrás respirar bien.

Paula observó cómo hacía la incisión y después, insertaba un dedo en ella.

—¿Para qué haces eso? —preguntó Matías.

—Para comprobar que el pulmón no está pegado al músculo  —contestó  Paula, sin soltar la mano del chico.

—Ya está —murmuró Pedro, insertando una cánula de aire en la incisión.

—Tose, Franco—dijo Paula, observando  las  burbujas  de  aire  que  salían  por  la  cánula.

Después de toser, el chico parecía respirar con menos dificultad.

—Muy bien. Tenemos que mantener la cánula en su sitio. Si no, no servirá de nada —ordenó Pedro.

Matías asintió con la cabeza.

—Sin  problema.  Uno  de  nosotros  la  sujetará  durante  todo  el  camino  para  que  no  se  mueva. Buen trabajo, Pedro.

Paula sujetó la cánula con esparadrapo, sonriendo. Matías tenía razón. Pedro había hecho un  buen  trabajo.  Y,  a  juzgar  por  la  tranquilidad  con  la  que  se  lo  tomaba, debía haberlo hecho muchas veces.

—No  sé  cuál  es  su especialidad,  pero seguro que  no  es  la  obstetricia  —dijo, sonriendo.

—¿No cree que pueda traer un niño al mundo?

—Era una broma. Ha sido impresionante, doctor Alfonso.

—¿Impresionante para un machista insoportable? —sonrió él.

—Admito que  quizá me he equivocado.  Pero  le  recuerdo  que  usted  me  engañó  con  sus comentarios sobre las mujeres.

—Es verdad. Estamos en paz.

Paula apartó la mirada, incómoda. Nunca había conocido a un hombre que la hiciera sentir  tan  mujer  como  Pedro Alfonso.  Para disimular su  agitación  se  concentró  en  Franco, mientras el equipo de rescate preparaba todo lo necesario para el descenso.

—Parece que ahora respira bien.

—Me alegro de que no se perdiera en la niebla —dijo Pedro entonces.

Matías miró de uno a otro, divertido.

—¿Perderse  Paula?  ¡Lo  dirás de broma!  Era miembro  del  equipo  de  rescate  hasta  que...

—Estamos  preparados,  Matías—lo  interrumpió  Paula,  para  evitar  que  le  diera  detalles  de su vida privada.

—¿Estaba en el equipo de rescate?

—Sí. Aceptan rubias, ¿Sabe?

Los ojos de Pedro brillaron de admiración.

—Paula estuvo  en  el  equipo mucho  tiempo  —volvió  a  intervenir  Matías—. Conoce  esta  montaña como lapalma de su mano. No se perdería aunque le taparan los ojos.

—¿Taparle los ojos?  Eso  no  suena  nada  mal  —sonrió  Pedro,  mientras  se  ponía  los  guantes—. Bueno, chicos, vámonos.

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