lunes, 1 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 45

-Si  estás  semanas  en  cama  -aportó  ella  con  desesperación-.  ¡Pero llevo en cama menos de un día! No creo que mi circulación se vea afectada. ¿Qué haces?

Sabía perfectamente lo que iba a hacer, pero, aun así, su cuerpo reaccionó  con  conmoción  encendida  cuando  deslizó  los  dedos  por  su  pie  bueno  y  comenzó  a  pasarle  la  crema  de  forma  minuciosa,  al  tiempo que comentaba los milagros de un buen masaje para eliminar las  molestias,  los  dolores,  el  estrés  y,  desde  luego,  el  inexistente  problema de circulación que afirmaba que sufría.

 -Relájate -le dijo-. Puedo sentir tu tensión.

 -¿Qué esperas?

Pero  sus  manos  eran  espantosamente  relajantes  y  poco  a  poco  sintió que empezaba a disfrutar el movimiento de sus dedos entre el pie,  por  los  lados,  contra  el  talón. Se  reclinó  en  el  sofá  y  entrecerró  los ojos. Lo imaginó pintando las uñas de los dedos de los pies a una mujer,  alguna  voluptuosa  diosa  griega.  Sintió  que  se  ablandaba  por  dentro  y  de  pronto  abrió  los  ojos  y  vio  la  cabeza  oscura  aún  concentrada en lo que hacía. Y haciéndolo muy bien.

-Ha sido muy agradable -comentó.

 -¿Agradable? Jamás me gustó esa palabra.

-Ya estoy preparada para un trabajo duro -soslayó su intento de prolongar una conversación que ella no se sentía capaz de encarar.

Se esforzó  por  adoptar  una  postura  semierguida  y  Pedro le  acercó  la  mesa  de  centro  para  que  pudiera  apoyarse  en  ella.  Desde  luego, tuvo que permitirle que le acomodara el pie sobre la superficie. Más contacto. «Un contacto inocente», se recordó.

-¿Sabes en qué programa tienes que entrar?

Cuando ella  asintió, él continuó  ofreciéndole   instrucciones   concisas  sobre  lo  que  tenía  que  hacer,  al  tiempo  que  mantenía  una  distancia  segura.  Paula jamás  se  había  sentido  tan  agradecida  por  poder disponer del refugio seguro de una pantalla de ordenador. Le  dictó  con  una  pronunciación  pausada  y  perfecta,  sin  la  necesidad de reflexionar en lo que tenía que decir. Cuando calló, era la una y media y le dijo que debía comer algo.

-Te llevaré  fuera  -anunció,  frenando  su  objeción  con  una  mano  alzada-.  Me  aseguraré  de  que  sea  un  pub  y  aparcaré  justo  delante  para que tengas que caminar poco apoyada en mí. -No conoces ningún sitio por aquí. De verdad, no es una buena idea...

-¿Por  qué  no?  Soluciona  el  problema  de  que  tengas  que  comer  lo que te prepare. -Pero...  -la  asustaba  pasar  tanto  tiempo  en  su  compañía.  No  quería  conocer  ninguna  faceta  de  él  que  no  pudiera  encuadrar  en  categorías  y  que no le  desagradara  de  inmediato-.  Pero  necesitas  volver  a  tu  propia  vida  en  Londres...  De  verdad,  ¡No  me  debes  esta  atención! No soy más que una cazafortunas. ¿Lo has olvidado?

 -Saqué  conclusiones  y  las  revisé  -la  miró  en  silencio  unos  momentos-.   ¿Te asusta   estar en  mi  compañía?   -inquirió con suavidad.  Paula se  apresuró  a  dar  una  negativa  vehemente-.  Bien.  Entonces, ¿dónde está el problema?

Lo que  significó que  veinticinco minutos más  tarde se  encontraban  sentados  a  la  mesa  en  un  rincón  de  un  elegante  restaurante  francés  que  él había localizado con su agenda  informática.   Paula hizo   preguntas  inofensivas   que   recibieron   respuestas   divertidas   que   la  mantuvieron   animada   durante   el  trayecto  y  la  magnífica  comida.  La  figura  unidimensional  que  había  proyectado sobre Pedro al conocerlo, rápidamente se iba convirtiendo en  un  hombre  tridimensional  de  carne  y  hueso,  agudo,  ingenioso,  educado y en absoluto parecido al hombre que debería interesarle... o al menos es lo que se decía.



Felíz año nuevo para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario