—No lo haré. Pero Ariel va a tener que pasar por el quirófano en cuanto dé a luz. No quiero más niños —sonrió Celina, despidiéndose.
Catalina entró diez minutos después.
—Acabo de sacarle sangre a Celina Webster. ¿Crees que la varicela del niño habrá afectado al feto?
—Seguramente es inmune. La mayoría de la gente lo es —contestó Paula.
—¿Y si no?
—Habrá que ponerle un IGZ.
—¿Qué es eso? Suena como algo de otro planeta.
—La inmunoglobulina de Zoster —rió Paula—. Inmunidad inmediata.
—Ah, vaya. Cada día se aprende algo nuevo —dijo la enfermera—. Bueno, pero de lo que yo quería hablar es del nuevo médico...
En ese momento se abrió la puerta y Catalina se quedó boquiabierta al ver a Pedro.
—Te presento a Pedro Alfonso—dijo Paula—. Doctor Alfonso, le presento a su enfermera...
—Catalina Griffiths —la interrumpió él con una sonrisa.
—¡Pedro! —exclamó Catalina, antes de echarse en sus brazos.
Él la abrazó, riendo.
—Has crecido mucho, Cata.
—Sí —rió ella.
Por un momento, Paula sintió una punzada de celos. Pero no podían ser celos, era absurdo. Ella no estaba buscando pareja y si la buscara... no sería Pedro Alfonso.
—Pensé que no volverías nunca.
—Me obligaron —sonrió Pedro.
—¿Quién, Gabriel?
—Gabriel.
Paula los miró, sorprendida. Obviamente, se conocían muy bien... ¿Y a ella qué le importaba?
—¿Dónde te alojas? —preguntó Catalina entonces.
—En casa de Paula.
—Le he alquilado el establo —explicó ella.
—Menudo honor. Paula no suele alquilar su casa a ningún hombre.
—Eso tengo entendido. Digamos que a ella también la obligaron.
—¿Gabriel?
—Gabriel—contestó Paula.
—Debería abrir una agencia de contactos —rió la joven enfermera—. Es encantador.
—Irresistible —murmuró Pedro, mirando su reloj—. Tengo que hablar contigo, Paula...
—Aún no he terminado la consulta.
—Es sobre una paciente.
—Ah, muy bien. ¿Cuál es el problema?
—Es esa mujer que mencionaste hace unos días... —empezó a decir Pedro, apoyándose en la puerta—. La señora Thompson.
—¿Qué ocurre?
—Puede que haya descubierto qué le pasa —dijo él, dejando un periódico sobre su escritorio—. Lee la página cuatro. Puede que eso te dé una pista.
—Gracias —murmuró Paula.
Cuando Pedro salió de su consulta, tomó el periódico y buscó la página cuatro, de noticias locales. En ella había varios titulares: Escuela de primaria gana el premio al mejor cartel, Anciana asaltada en el mercado... Pero una en especial llamó su atención: Un hombre acusado de conducir bajo los efectos del alcohol.
—¿Qué pasa? —preguntó Catalina, leyendo por encima de su hombro—. Ah, vaya. Es un viajante y le han retirado el permiso de conducir. Pues habrá perdido su trabajo.
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