lunes, 29 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 19

—¿Y por qué ibas a herir sus sentimientos?

Paula se puso colorada.

—Porque él cree que nos está emparejando y no quiero desilusionarlo.

—Ah,  ya  entiendo  —dijo Pedro,  guardando las llaves en  el  bolsillo—. Estás  diciendo  que vas a tener una apasionada aventura conmigo para no desilusionar a Gabriel.

 —Muy gracioso —murmuró ella, con los dientes apretados—. Tú sabes muy bien que no estoy diciendo eso.

—¿No?

—Esto no es una broma, Pedro.

—¿Me estoy riendo?

—Sí.  Y  no sabes  lo  que  es  tener  que  soportar  que  todo  el  mundo  quiera  buscarme  pareja.

—Te equivocas —sonrió él, dejándose caer sobre una silla—. Lo sé muy bien.

—¿Tú? —preguntó Paula, incrédula—. Pero si debes tener mujeres haciendo cola...

Pedro se encogió de hombros.

—Es  posible.  Pero  no  pienso  casarme  con  ninguna  de  ellas  para  hacerles  un  favor  a  mis amigos.

—¿Tus amigos quieren que te cases?

—Especialmente Gabriel. Por eso no vengo a visitarlo tan a menudo como debería.

—Pues  en  ese  caso,  no  hay  ningún  problema.  Cuando  Gabriel se  dé  cuenta  de  que  no  estamos interesados, dejará de interferir.

—Sólo hay un problema... —empezó a decir Pedro, pasándose la mano por la barbilla.

—¿Cuál?

—Que yo no estoy seguro de no querer una aventura contigo.

Durante un segundo, Paula se sintió como hipnotizada por aquellos ojos oscuros, pero enseguida recuperó la compostura.

—No digas tonterías.

—¿Por qué son tonterías? Te encuentro muy atractiva.

—Pues el sentimiento no es mutuo.

—Estás mintiendo —dijo él entonces en voz baja, una voz suave y muy masculina—. Yo esperaba que sugirieses un romance para que Gabriel estuviera contento.

—¡Ni en sueños!

—Lo que he soñado hacer contigo no podría decirse en voz alta, Paula Chaves.

Ella tragó saliva.

—Pedro, por favor...

—¿Por favor qué?

—Déjame sola.

—No.

—¿Cómo que no? Debe de haber cientos de mujeres por ahí que se desmayarían por una sonrisa tuya. ¿Por qué no te vas con alguna de ellas? ¿Por qué yo?

—¿Por  qué?   —repitió Pedro, levantándose—. Porque  tienes  coraje,   porque  eres   preciosa y porque eres un reto.

 En otras palabras era la única mujer que le había dicho que no.

—¿Algún problema de ego, doctor Alfonso?

Pedro soltó una carcajada.

 —Ninguno, doctora Chaves. Mi ego no es tan frágil.

Estaba a sólo un metro de ella y a Paula le costaba trabajo respirar.

—No me interesa lo que me ofreces, Pedro.

Él se apoyó en la pared, pensativo.

—¿Y qué te estoy ofreciendo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario