—¡Lucas! ¿Qué ha pasado?
—Lo siento mucho, doctora Chaves...
—Siéntelo por tí, no por mí —suspiró ella.
—¿Quién es el otro chico? —preguntó Matías Morgan, el jefe del equipo.
—Franco Williams —contestó Lucas.
—¡Franco! —exclamó Paula, acercándose al borde del barranco.
Podía oír por radio que había problemas para subirlo porque tenía varios huesos rotos. Conocía a Franco desde que era niño. Tenía diabetes y parecía querer probarle a todo el mundo que eso no era obstáculo para hacer las mismas cosas que sus compañeros de instituto. Era un habitual de las escayolas, pero en aquel momento estaba gravemente herido.
—Va a ser difícil subirlo sin la ayuda de un helicóptero, pero con esta niebla es imposible —dijo Matías.
Quince minutos después, lograban subir la segunda camilla.
—Gracias a Dios —murmuró Paula.
—¿Alfonso?
—Hola, Matías—lo saludó el extraño, quitándose el casco.
—¡Pedro Alfonso! ¡Qué alegría verte!
—¿Se conocen? —preguntó Paula, calándose el gorro sobre las orejas para protegerse del frío.
—Desde luego. Pero cuando me dijiste que había un machista insoportable intentando bajar al fondo del barranco, no imaginé que sería Pedro Alfonso.
—Muchas gracias, Matías—murmuró ella, haciendo una mueca.
—¿Cómo estás, Pedro? —preguntó Matías, abrazando a su amigo—. ¿Y qué haces aquí?
—Estoy en el sitio equivocado, como siempre —contestó él, quitándose un guante para examinar al chico—. Este chico no está bien. Tiene una contusión, varias costillas rotas y la tibia fracturada.
—¿Algo más?
—Está al borde de la hipotermia. Lo hemos cubierto con una manta, pero hay que llevarlo al hospital inmediatamente. Estaba intentado escalar con zapatillas de deporte.
—¿Zapatillas de deporte? ¿Por qué no se quedan en casa viendo la televisión? —exclamó Matías, irritado.
—Es miércoles. No hay nada en la tele —intervino Sergio Wilson, el más bromista del grupo.
Paula se puso de rodillas, al lado del muchacho.
—Franco... Franco, ¿Me oyes?
El chico no contestó. Su palidez era impresionante.
—¿Lo conoce? —preguntó Pedro.
—Sí. Es uno de mis pacientes.
—¿Chicos del pueblo? —murmuró Matías , sacudiendo la cabeza—. Increíble. Ahora, además de los turistas, tenemos que rescatar a los de casa.
Paula hubiera querido decirles que Franco sólo intentaba probar que era un chico como los demás, pero era más importante reanimarlo.
—¿Franco? —lo llamó, dándole golpecitos en la cara. El muchacho abrió los ojos poco a poco—. Vamos a llevarte al hospital. No te preocupes.
—Deberías regañarlo, Paula—dijo Matías, tomando la radio para dar órdenes.
—Lo siento —murmuró el chico, haciendo un gesto de dolor.
Tenía los labios amoratados y respiraba con dificultad.
—¿Algún problema? —preguntó Pedro, arrodillándose a su lado.
—No puedo... —empezó a decir Franco, abriendo la boca para buscar aire. Parecía muy asustado.
—No pasa nada —dijo Paula—. Tranquilízate.
—Tiene varias costillas rotas —murmuró Pedro.
Y una de esas costillas podría haber perforado un pulmón. No lo dijeron, pero los dos pensaban lo mismo.
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