viernes, 19 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 13

—¿Tu perro se llama Héroe? —rió Pedro.

—Pues sí —contestó Paula, irritada.

 Era  ncreíble que  aquel  hombre estuviera  hablando  sobre  lo  que  ella  debería  o  no  debería hacer.

—Da igual. Con perro o sin perro, no debería ir sola a la montaña.

—Intenta detenerla —rió Gabriel.

—¿Te importaría dejar de hablar de mí como si yo no estuviera aquí? —se quejó Paula, indignada—. ¿De  qué  se conocen, por  cierto?  ¿Y por qué  conoces  al  equipo  de  rescate?

—Porque crecí aquí —contestó Pedro, muy serio.

 —¿Y?

—¿Y qué doctora Chaves?

—¿No vas a contarme nada  más?  —preguntó  ella,  sorprendida—. ¿Fuiste  al  colegio  con Matías? ¿Gabriel  te trajo al mundo?

Gabriel Carter dejó de sonreír.

—No sabía que estuvieras tan interesada en mí —dijo Pedro, con expresión tensa.

—Sólo intentaba mantener una conversación.

Estaba claro que Pedro Alfonso no quería hablar sobre su pasado.

—Pedro es un pionero en ciertos tratamientos traumatológicos —intervino  Gabriel entonces, intentando disipar la tensión.

—Qué bien —murmuró Paula.

—¿Dónde vas a alojarte? —le preguntó Gabriel.

—Aún no lo sé. Tendré que buscar casa este fin de semana.

El director de la clínica se concentró en su filete.

—Paula alquila una habitación.

—¡Gabriel!

El hombre levantó la cabeza, fingiendo sorpresa.

—Tú me dijiste que buscabas un inquilino ahora que Leticia ha vuelto a Londres.

—Sí, pero... Leticia era comadrona y...

—Yo también puedo traer un niño al mundo si es necesario —la interrumpió Pedro.

—No quería decir eso.

No pensaba tener a aquel hombre en su casa aunque le hiciera falta el dinero. Ni loca.

—No quieres que viva en tu casa —dijo Pedro, mirándola con los ojos entrecerrados.

—Claro que quiere —dijo Gabriel—. ¿Por qué no, Paula? Ese establo te está arruinando.

—¿Vives en un establo?

—Sí. No te gustaría nada —dijo ella, lanzando una amenazadora mirada sobre Gabriel.

Pero el hombre no le hizo ni  caso.  ¡Otra vez!  ¡Otra vez intentaba  emparejarla  con  alguien! ¿Por qué no la dejaba en paz?

—Es la solución perfecta. Tú necesitas un inquilino y Pedro necesita una habitación.

Paula abrió  la  boca  para  negarse de  nuevo,  pero no se atrevió.  El  pobre Gabriel había  hecho demasiado por ella. Sin él, no habría podido sobrevivir. Si aceptaba alquilarle una  habitación  a  Pedro, quizá  la  dejaría  tranquila  durante  unos  meses.  Y quizá  así  podría  demostrarle  que  no  estaba  interesada  en  ningún  hombre. No era  justoparaValentina.  La  niña necesitaba una vida estable, no un montón de hombres  que desaparecieran  cuando las cosas  se  pusieran  difíciles. No,  un  inquilino  era  lo  único  que  Paula podía  tener.  Además,  ni  siquiera  tendrían  que  compartir  casa  porque  la  habitación que alquilaba estaba en un ala separada.

—¿Te importa dormir en un establo?

—¿El caballo sigue dentro? —sonrió Pedro.

Gabriel se levantó con la bandeja en la mano.

—El establo de Paula es una casa preciosa. Se ha gastado mucho dinero en ella.

—¿Y a tu marido no le importa que tengas inquilinos?

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