Recuperó la conciencia y se encontró tendida en el sofá del salón. Durante unos momentos de desorientación, se preguntó si se había quedado dormida y sufrido una pesadilla altamente improbable,pero parpadeó y ahí estaba, arrodillado en el suelo junto a ella. Cerró los ojos con rapidez y volvió a abrirlos, convencida de que el espectro que había a su lado se desvanecería. No fue así. Habló.
-Te desmayaste. Si aguardas unos segundos, te traeré agua.
-¿Qué haces aquí? -preguntó con voz débil.
Se sentó y miró boquiabierta al hombre que con calma le devolvía la mirada. Las semanas transcurridas desde la última vez que lo había visto le habían provocado líneas de tensión en la cara. Los ojos oscuros estaban velados.
-Fui a tu casa. Imagina mi sorpresa al descubrir que la habías vendido. ¡Todo en el espacio de dos semanas!
-¿Por qué? -siguió mirándolo como si hubiera visto un fantasma-. ¿Por qué has venido aquí? ¿Cómo me encontraste? -con cada sílaba, la voz dominada por el pánico se elevaba un poco más.
-¿Qué pregunta quieres que conteste primero? Empezaré por la más fácil, ¿Te parece? -se apartó para acercar una silla al sofá y ponerse más cómodo-. Fui a ver a mi hermano. Había intentado contactar conmigo con urgencia, pero yo no aceptaba llamadas. Al final, decidí ir a Brighton y hablar con él en persona. ¿Por qué no me lo dijiste?
-¿Decirte qué?
-¿Por qué me dejaste pensar...? -desvió la vista y se reclinó, cruzando los brazos. Su expresión era de una vulnerabilidad intensa. Cuando volvió a hablar, su voz estaba controlada, pero gracias a un esfuerzo supremo-. He pasado por un infierno estas últimas cuatro semanas...
-¿Perdona? -murmuró Paula.
-No esperaba encontrarte aquí sola. Creía que tu madre y Joaquín podrían estar contigo. Esperaba... -unos ojos demacrados estudiaron su rostro-... un poco de tiempo antes de lanzarme a este discurso...
-¿Has preparado un discurso?
-Fede me contó que había venido tu madre, que pensabas en trasladarte a Cornualles. No sé si no hubiera tardado mucho más en localizarte de no haber encontrado en la repisa de su chimenea la postal que le mandaste. «Echo de menos Brighton pero me alegro de haberme ido. Te llamaré pronto». Me puse en contacto con todas las inmobiliarias de la guía, hasta que dí con la que habías empleado para ver este lugar -rió con pesar-. Jamás pensé que tenía pasta de detective, pero al parecer las situaciones extrañas revelan talentos ocultos.
-Sigo sin entender...
-Ni yo tampoco -por primera vez, la miró directamente a los ojos y sonrió con leve humor-. He pasado las últimas cuatro semanas a la espera de que mi vida recuperara la normalidad, de interesarme y centrarme en mi trabajo, de que me volviera a gustar la comida y mis amigos me divirtieran. No sucedió. La única persona en la que podía pensar eras... tú.
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