miércoles, 10 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 59

Recuperó la conciencia y se encontró tendida en el sofá del salón.  Durante  unos  momentos  de  desorientación,  se  preguntó  si  se  había quedado dormida y sufrido una pesadilla altamente improbable,pero parpadeó y ahí estaba, arrodillado en el suelo junto a ella. Cerró los ojos con rapidez y volvió a abrirlos, convencida de que el espectro que había a su lado se desvanecería. No fue así. Habló.

-Te desmayaste. Si aguardas unos segundos, te traeré agua.

 -¿Qué haces aquí?  -preguntó  con  voz  débil.

 Se  sentó  y  miró  boquiabierta al hombre que con calma le devolvía la mirada. Las semanas transcurridas desde la última vez que lo había visto le  habían  provocado  líneas  de  tensión  en  la  cara.  Los  ojos  oscuros  estaban velados.

-Fui  a  tu  casa.  Imagina  mi  sorpresa  al  descubrir  que  la  habías  vendido. ¡Todo en el espacio de dos semanas!

-¿Por qué? -siguió mirándolo como si hubiera visto un fantasma-. ¿Por qué has venido aquí? ¿Cómo me encontraste? -con cada sílaba, la voz dominada por el pánico se elevaba un poco más.

 -¿Qué pregunta quieres que conteste primero? Empezaré por la más  fácil,  ¿Te  parece?  -se apartó  para  acercar  una  silla  al  sofá  y  ponerse  más  cómodo-.  Fui  a  ver  a  mi  hermano.  Había  intentado  contactar  conmigo  con  urgencia,  pero  yo  no  aceptaba  llamadas.  Al  final, decidí ir a Brighton y hablar con él en persona. ¿Por qué no me lo dijiste?

 -¿Decirte qué?

-¿Por qué me dejaste  pensar...?  -desvió  la  vista  y  se  reclinó,  cruzando los brazos. Su expresión era de una vulnerabilidad intensa. Cuando  volvió  a  hablar,  su  voz  estaba  controlada,  pero  gracias  a  un  esfuerzo  supremo-.  He  pasado  por  un  infierno  estas  últimas  cuatro  semanas...

-¿Perdona? -murmuró Paula.

-No esperaba encontrarte aquí sola. Creía que tu madre y Joaquín podrían estar contigo. Esperaba... -unos ojos demacrados estudiaron su rostro-... un poco de tiempo antes de lanzarme a este discurso...

-¿Has preparado un discurso?

 -Fede me contó que había venido tu madre, que pensabas en trasladarte a Cornualles. No sé si no hubiera tardado mucho más en localizarte  de no haber  encontrado  en  la  repisa  de  su  chimenea  la  postal que le mandaste. «Echo de menos Brighton pero me alegro de haberme ido. Te llamaré pronto». Me puse en contacto con todas las inmobiliarias  de  la  guía, hasta que  dí con  la  que  habías empleado  para ver este lugar -rió con pesar-. Jamás pensé que tenía pasta de detective,  pero  al  parecer  las  situaciones  extrañas  revelan  talentos  ocultos.

-Sigo sin entender...

-Ni yo tampoco -por primera vez, la miró directamente a los ojos y sonrió con leve humor-. He pasado las últimas cuatro semanas a la espera de que  mi  vida  recuperara  la  normalidad,  de  interesarme  y  centrarme en mi trabajo, de que me volviera a gustar la comida y mis amigos me divirtieran. No sucedió. La única persona en la que podía pensar eras... tú.

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