lunes, 8 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 51

 -Es sorprendente. Sigo sin tener suficiente de tí -murmuró. Pasó los dedos por su cabello.

 -Sí,  es  asombroso,  ¿Verdad, Pedro?  -replicó  con  más  sequedad  que la pretendida.

-¿Qué quieres decir? -inquirió con voz súbitamente fría.

-Que la mayoría de los seres humanos no vería un par de meses como  una  asombrosa  proeza  de  resistencia  -sonrió  con  la  intención  de  desterrar  el  tono  de  sarcasmo  empleado-.  Aunque  -bromeó-  los  dos sabemos que tú no eres un ser humano normal.

 -Con  suerte,  eso  no  representará  una  disfunción  en  todos  los  sitios adecuados -murmuró con voz ronca y sexy que sabía que podía volverla gelatina.

-Deberías  irte.  Son  más  de  las  siete.  Dios  sabe  cómo  logras  funcionar con lo poco que duermes -le acarició la mejilla.

-Es  bonito  ver  que  te preocupa,  cariño  -rió  y  la  sometió  a  un  beso  prolongado,  seguido  de  una  lenta  exploración  de  sus  pechos.  «Algo  dulce  para  llevarme  en  el  viaje  de  vuelta»,  se  dijo,  alzando  la  vista del pezón que había estado succionando.

 La  agenda  que  aguardaba  en  su  bolso  cayó  en  un  olvido  momentáneo al echarse con un suspiro para disfrutar de la sensación de la boca alrededor de su pezón, de cómo disfrutaba de él. Cerró los dedos en el pelo de Pedro.

-Parece que tengo más hambre de lo que pensaba... -murmuró él con sonrisa traviesa. -Pedro, deberías irte, en serio...

 -¿Esa era su voz? ¿Débil por  el deseo?-  Además,  mañana he  de  levantarme  temprano...

-No tardaré mucho...

Apartó la colcha con la que se había cubierto antes, cuando aún tenía  algo  de  sentido  común,  y  le  separó  las  piernas  para  poder  enterrar  la  boca  en  la  suave  y  húmeda  feminidad,  extrayéndole  un  jadeo apagado de placer mientras probaba la dulce feminidad de ella.  Satisfacerse a sí  mismo  quedaba  en  segundo  lugar  ante  la  satisfacción   que   podía  brindarle  a  Paula,  y  eso  hizo  con  una  minuciosidad  que  la  derritió  debajo  de  él,  mientras  se  arqueaba  al  encuentro  de  su  lengua.   Pudo  sentir  ese  pequeño   capullo  contrayéndose  y  floreciendo  bajo  las  caricias  húmedas  y  sintió  el  estallido  de  placer  incontrolable  al  alcanzar  la  cumbre  de  excitación,  para  quedar  anegaba  bajo  una  oleada  tras  otra  de  satisfacción  sexual. Paula lo miró con expresión somnolienta cuando subió para darle un beso leve en la comisura de la boca.

 -Dulces sueños -dijo-. Siempre y cuando sean de nosotros dos.

-Como si pudiera soñar con otro -susurró con sinceridad.

«Como si pudiera». Al oír el clic de la puerta de entrada al cerrarse, tuvo la tentación de quedarse dormida, pero sólo duró el tiempo suficiente de darse  cuenta  de  que  así  únicamente  postergaría  un  problema  en  potencia.  Se  dijo  que  no  iba  a  haber  ningún  problema  mientras  bajaba en puntillas con la bata. «No», recalcó, recordando que se le retrasaba  el  periodo.  Aunque  eso  podía  significar  cualquier  cosa.  Su  reloj  corporal  jamás  se  había comportado  de forma  predecible  y,  además, tomaba la píldora, de modo que no podía estar embarazada. Prácticamente no  hacía  falta  tomarse  todas  las  molestias  de  comprar un test en la farmacia para demostrar lo que sabía que iba a probar, pero a la mañana siguiente apenas pudo concentrarse y a las doce y media se fue a la farmacia en lo que consideraba un trayecto inútil.

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