-Es sorprendente. Sigo sin tener suficiente de tí -murmuró. Pasó los dedos por su cabello.
-Sí, es asombroso, ¿Verdad, Pedro? -replicó con más sequedad que la pretendida.
-¿Qué quieres decir? -inquirió con voz súbitamente fría.
-Que la mayoría de los seres humanos no vería un par de meses como una asombrosa proeza de resistencia -sonrió con la intención de desterrar el tono de sarcasmo empleado-. Aunque -bromeó- los dos sabemos que tú no eres un ser humano normal.
-Con suerte, eso no representará una disfunción en todos los sitios adecuados -murmuró con voz ronca y sexy que sabía que podía volverla gelatina.
-Deberías irte. Son más de las siete. Dios sabe cómo logras funcionar con lo poco que duermes -le acarició la mejilla.
-Es bonito ver que te preocupa, cariño -rió y la sometió a un beso prolongado, seguido de una lenta exploración de sus pechos. «Algo dulce para llevarme en el viaje de vuelta», se dijo, alzando la vista del pezón que había estado succionando.
La agenda que aguardaba en su bolso cayó en un olvido momentáneo al echarse con un suspiro para disfrutar de la sensación de la boca alrededor de su pezón, de cómo disfrutaba de él. Cerró los dedos en el pelo de Pedro.
-Parece que tengo más hambre de lo que pensaba... -murmuró él con sonrisa traviesa. -Pedro, deberías irte, en serio...
-¿Esa era su voz? ¿Débil por el deseo?- Además, mañana he de levantarme temprano...
-No tardaré mucho...
Apartó la colcha con la que se había cubierto antes, cuando aún tenía algo de sentido común, y le separó las piernas para poder enterrar la boca en la suave y húmeda feminidad, extrayéndole un jadeo apagado de placer mientras probaba la dulce feminidad de ella. Satisfacerse a sí mismo quedaba en segundo lugar ante la satisfacción que podía brindarle a Paula, y eso hizo con una minuciosidad que la derritió debajo de él, mientras se arqueaba al encuentro de su lengua. Pudo sentir ese pequeño capullo contrayéndose y floreciendo bajo las caricias húmedas y sintió el estallido de placer incontrolable al alcanzar la cumbre de excitación, para quedar anegaba bajo una oleada tras otra de satisfacción sexual. Paula lo miró con expresión somnolienta cuando subió para darle un beso leve en la comisura de la boca.
-Dulces sueños -dijo-. Siempre y cuando sean de nosotros dos.
-Como si pudiera soñar con otro -susurró con sinceridad.
«Como si pudiera». Al oír el clic de la puerta de entrada al cerrarse, tuvo la tentación de quedarse dormida, pero sólo duró el tiempo suficiente de darse cuenta de que así únicamente postergaría un problema en potencia. Se dijo que no iba a haber ningún problema mientras bajaba en puntillas con la bata. «No», recalcó, recordando que se le retrasaba el periodo. Aunque eso podía significar cualquier cosa. Su reloj corporal jamás se había comportado de forma predecible y, además, tomaba la píldora, de modo que no podía estar embarazada. Prácticamente no hacía falta tomarse todas las molestias de comprar un test en la farmacia para demostrar lo que sabía que iba a probar, pero a la mañana siguiente apenas pudo concentrarse y a las doce y media se fue a la farmacia en lo que consideraba un trayecto inútil.
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