lunes, 29 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 18

Paula sonrió. Se sentía tan vieja como las montañas, pero sólo por dentro. Obviamente, los traumas recientes no la habían envejecido por fuera.

—Digamos que se me ha pasado el momento de buscar las emociones que ofrece una gran ciudad.

—¿Y qué pasa con... otro tipo de emociones? ¿Tampoco las necesitas, Paula?

—Me gusta mi vida, doctor Alfonso.

—¿Vamos a tutearnos o no?

Ella hubiera preferido no hacerlo. De ese modo, se sentía más segura. Pero sabía que era absurdo no tutear a un colega.

—Pensé que, habiendo estado en el ejército, te gustarían las formalidades.

 —Dejé el ejército hace tiempo y, la verdad, nunca me gustó mucho lo de los rangos. No es mi estilo. Bueno, ¿Puedo alquilar este sitio o... tienes que hablar con Valen?

¡Valen! Paula se había olvidado de Valen. Sería mejor que le dijera la verdad antes de que él la descubriera por sí mismo.

—Pedro, tengo que decirte una cosa...

El sonido  de  un  coche  sobre  la  gravilla  del  camino  la  interrumpió.  No  había  tiempo  para confesiones.

 —Tienes visita. En  ese  momento,  se  abrió  la  puerta  y  Valen entró  corriendo  con  las  mejillas  rojas  por el frío.

—¡Mamá!  ¿Qué haces aquí...?  —la  niña se quedó  parada  al  ver  a  Pedro—. ¿Quién eres?

Paula tragó saliva, demasiado incómoda como para disculparse por las maneras de su hija.

—Es el doctor Alfonso, cariño.  Va a vivir aquí durante un tiempo. ¿Dónde está la abuela?

—Se ha ido a casa porque Princesa va a dar a luz. ¿Es tuya la moto que hay fuera? —preguntó la niña.

—Sí —contestó Pedro—. ¿Te gusta?

—¡Mucho! ¿Puedes llevarme a dar un paseo?

—¡De eso nada!  —exclamó su  madre—. Venga,  vamos  a  casa.  Tienes  que  hacer  los  deberes.

—¿No vas a  presentarnos?  —preguntó Pedro con  voz  de  terciopelo.

Paula lo  miró.  Un error porque su corazón empezó a latir con fuerza al ver aquellos ojos oscuros.

—Té presento a mi hija, Valentina.

—Valen, supongo.

 —¿Cómo lo sabes? —rió la niña.

—Intuición. —¿Qué es intu... eso?

—Vamos  a  casa,  Valen—dijo  su  madre—. Voy  a  darle  una  llave  al  doctor  Alfonso para que pueda instalarse aquí.

—Qué bien. Ya verás cuando mi amiga Agustina vea la moto.

Paula miró  a  Pedro,  nerviosa.  ¿Por  qué  se  sentía  tan  agitada  en  su  presencia?  Había  conocido muchos hombres guapos y nunca le habían afectado de esa forma. ¿Por qué Sean Nicholson era diferente? Sólo era un hombre. Guapo, pero sólo un hombre, tan egoísta como todos los demás. Abrió la puerta de su casa y Valen  entró corriendo para jugar con Héroe, que la había recibido ladrando alegremente.

—Necesitarás unas llaves —dijo Paula.

 Pedro se quedó en la puerta.

—Entonces, ¿No te importa que me quede?

—Lo hago porque necesito un inquilino y porque Gabriel  ha insistido. Quiero que eso te quede claro.

—¿Por Gabriel?

—Sí. Le debo mucho y no quiero herir sus sentimientos.

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