lunes, 15 de enero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 10

—Lo sé. Hablaré seriamente con él cuando esté recuperado.

—Vale. Ah, por cierto... ¿Comemos juntos? Tenemos que hablar sobre ciertos asuntos que conciernen al trabajo en la clínica.

¿Qué asuntos serían esos?, se preguntó Paula, sorprendida. Antes de entrar en su consulta, pasó por la sala de enfermeras para hablar con Catalina.

—Me han dicho que Martina Watson está teniendo problemas.

—Me temo que sí. Dicen que van a aumentar la dosis de corticoides, pero yo no creo que esa sea la solución. ¿No te parece?

Paula frunció el ceño, pensativa.

—¿Hemos comprobado si sabe inhalar bien?

—Sí. Lo comprobé durante el último ataque.

—Entonces... ¿Tú qué crees? —preguntó Paula.

—Yo diría que es algo que tiene que ver con su madre.

—¿Con su madre? ¿Qué quieres decir?

La enfermera empezó a golpear el escritorio con el bolígrafo.

—No estoy segura,  pero  la  madre  de  Martina no  quiere  que  le  aumenten  la  dosis  de  corticoides.

—Bueno,  eso  es  relativamente  normal.  A  nadie  le  gusta  que  sus  hijos  tomen  tantas  medicinas.

 —No  es  eso... —empezó  a  decir  Catalina.  Pero  no  terminó  la  frase—. En  fin,  no  sé. Habrá que esperar.

—Muy bien. Nos veremos más tarde.

Paula fue a su consulta y pasó la mañana viendo pacientes con catarro, infecciones de oído,  dolores  de  cabeza... Pero,  entre  paciente  y  paciente, encontró  tiempo  para  llamar    al    hospital  y  preguntar  por Franco. El  chico se encontraba mejor, afortunadamente.

La  paciente  que  entró  entonces  era  una  mujer  de  treinta  años  que  había  tenido  mellizos un par de meses atrás.

—Hola, Patricia, ¿Cómo están los niños?

—Dando mucha guerra —sonrió la joven—. No puedo dejarlos solos ni un minuto.

—Te  creo —dijo  Paula,  recordando  sus  primeros  meses  con  Valentina.  Había  sido  maravilloso, pero también una pesadilla. Tantos traumas, tanto miedo...

—Ahora  están  con  mi  madre  —dijo  Patricia—. He  venido  porque  me  ha  salido  un  lunar en la pierna y como dicen que hay tanto cáncer de piel...

Patricia se  bajó  los  pantalones  y  Paula examinó  el  lunar  con  expresión  seria.  Era  más  grande  de  lo  normal  y  tenía  los  bordes  irregulares,  signos  que  sugerían  un  posible  melanoma.

—¿Tomas mucho el sol, Patricia?

—No  demasiado,  doctora  Chaves—contestó  la  joven—. Pero  me  gusta  estar  morena.

—¿Cuándo fue la última vez que tomaste el sol?

—Hace un año,  cuando  Daniel y  yo  fuimos  de  vacaciones  a  la  playa.  Volvimos morenísimos... ¿Para qué lo mide?

—Has hecho bien acudiendo  a  la  consulta.  Es  mejor  examinar  estos  lunares  que  aparecen de repente.

—¿Es malo?

—No lo sé, pero hay que extirparlo.

Patricia tragó saliva.

—¿Cree que es un cáncer?

—Es imposible saberlo antes de hacer una biopsia.

 —¿Pero cree que podría serlo?

—Es posible —admitió Paula.

—¿Y si lo es?

—Patricia, no pasa nada. ¿Por qué no esperas a ver los resultados del laboratorio antes de preocuparte?

La joven respiró profundamente.

—Muy bien. ¿Cuándo podrán quitármelo? No voy a pegar ojo hasta entonces...

—Llamaré al doctor Gordon y te darán hora para esta misma semana.

—¿Tendré que quedarme ingresada?

—No. Este tipo de lunar se extirpa con anestesia local.

 Patricia se levantó de la camilla.

 —Muchas gracias, doctora Chaves.

Paula la observó salir de la consulta, sintiéndose repentinamente deprimida. Patricia era una chica joven con dos niños recién nacidos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario