El sábado la consulta estaba tan abarrotada como siempre. Mejor, decidió Paula. De ese modo, no podía pensar en Pedro. Desde que se mudó a su casa, no había podido concentrarse en nada. Aunque, además de escuchar el rugido de su moto por las mañanas, apenas se había percatado de que él vivía a unos metros de ella. En ese momento, entró una paciente con un niño de la mano.
—Hola, Celina. ¿Qué tal el embarazo?
La joven se dejó caer sobre una silla.
—No he tenido tiempo de pensarlo. Ezequiel y el mayor me tienen demasiado ocupada.
—Ya estás acostumbrada, ¿No? —sonrió Paula.
—Desde luego —rió la mujer—. No es como la primera vez. Ariel me hacía la cena, me dejaba descansar en el sofá, me llevaba el desayuno a la cama...
—¿Ya no?
—Ya no. Pero no he venido a quejarme. Este enano tiene manchitas rojas y me temo que es varicela —contestó Celina, colocándose al niño sobre las rodillas.
—Vamos a echar un vistazo. Ezequiel, mira lo que tengo... —sonrió Paula, sacando un camión de la estantería. El niño se puso a jugar, encantado, mientras ella lo examinaba.
—¿Cuándo empezaron a salirle las manchitas?
—Hace un par de días, pero sólo eran unas cuantas así que no estaba segura.
—Es varicela —confirmó Paula, volviéndose hacia el ordenador—. Te daré un antipirético y un calmante para que no le pique demasiado.
—¿Puede jugar con su hermano o debo mantenerlos separados?
—En realidad, es casi seguro que ya se lo habrá contagiado, pero intenta mantenerlos separados durante unos días.
—¿Cuánto tiempo tardará en pasar?
—Cinco días —contestó Paula, mientras sacaba la receta de la impresora—. Pero tenemos que hablar de tí.
—¿De mí? ¿Por qué?
—¿De cuántos meses estás?
—Ocho y medio.
—¿Has pasado la varicela?
Celina se quedó pensativa.
—No tengo ni idea. ¿Por qué?
—Porque habrá que hacerte análisis de sangre para comprobar si eres inmune.
—Sé que estas cosas son peligrosas al principio del embarazo, pero el niño ya está formado, ¿No?
—La varicela es un riesgo en cualquier fase del embarazo —contestó Paula, abriendo un cajón—. Habrá que hacerte un análisis.
—Vaya. Me alegro de haber venido. La verdad es que no se me había pasado por la cabeza que pudiera ser un problema para el bebé.
—No pasará nada. Dale este papel a la enfermera para que te prepare una cita. Pero si te pones de parto antes, dile a tu marido que me llame inmediatamente.
—De acuerdo —suspiró Celina, levantándose—. ¿Por qué lo habré hecho? Ya tengo dos y me da pánico el parto.
—La última vez tuvieron que usar fórceps, ¿Verdad?
—Y la primera, una ventosa. Dicen que cada vez es más fácil, pero yo no estoy tan convencida.
—Es muy raro tener que usar fórceps en dos ocasiones, así que no te preocupes.
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