miércoles, 10 de enero de 2018

Prohibida: Capítulo 61

-Me amas. Eso es todo lo que cuenta -fue hacia ella, preparado a  luchar  por  esa  mujer  asombrosa  y  vulnerable  que  se  había  apoderado de su corazón.

 -¿Recuerdas cuando hablamos por última vez? Me dijiste que no había  futuro  para  nosotros, que  jamás podrías  confiar  en  mí,  que  nunca  podría ser  la  clase  de  mujer  con  la  que  podrías  tener  una  relación...

-Debes perdonarme por eso -musitó con voz ronca. Pudo captar la  desesperación  en  su  voz  y  no  le  importó-.  Nunca  antes  había  sentido  algo  así  por  alguien.  Ni  siquiera  lo  reconocí  por  lo  que  era.  Dios, aún me aferraba a la creencia de que podía sobrevivir sin tí y no puedo.

Paula se humedeció lo labios con gesto nervioso.

-Tenía tanto miedo -murmuró-. Sabía que sin amor y confianza, sólo habría odio entre nosotros si te contaba...

-¿Contarme qué?

Cerró los ojos.

-Si te contaba  que  estoy  esperando  tu  bebé...  -aguardó  la  reacción  conmocionada,  que  le  dijera  que  lo  había  engañado,  que  había  permitido  que  se  alejara  de  su  propio  hijo.  No  llegó.  Terminó  por abrir los ojos y lo miró a la cara.

-¿Estás... embarazada?

-Pensé  que  me  odiarías,  que  creerías  que  lo  había  hecho  a  propósito  para  tratar  de  obligarte  a  mantener  una  relación que no querías. Pensé que podrías tratar de quitarme al bebé... porque yo no te  importaba,  porque  pudieras considerarme una  madre    inapropiada... Tuve miedo...

-Vas a tener a nuestro  bebé  -había maravilla en  su  voz;  entonces sonrió.

-¿No estás furioso?

-Estoy furioso por haber  desperdiciado semanas,  por  haberte dejado vivir esta incertidumbre tú sola. Estoy furioso conmigo mismo porque... Puedo entender que tuvieras miedo de contármelo después de haberte aislado... Dios... -se le quebró la voz y en esa ocasión ella fue a sus brazos y se perdió en él, en su abrazo protector-. Sabes que vas a tener que casarte conmigo, ¿No?

 -Pedro... entiendo que tal vez quieras ir paso a paso.

-Nada demasiado grande, pero tengo mucha familia... -la miró-. No quiero  volver  a  perderte de  vista  nunca  más  -añadió-.  Quiero  casarme contigo. De hecho, insisto -le dió un beso suave en la boca, probándola como un hombre que bebe néctar.

-En ese caso... sí. ¡Sí, sí, sí! -le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso con intereses.

Cuando él apoyó la mano en su estómago, Paula experimentó un júbilo y un amor tan grandes, que creyó que se desmayaría.

Luego, mucho más tarde,  después  de  que  hubiera  conocido  y  conquistado  a  su  madre  y  de  que  Joaquín estuviera  en  la  cama  en  el  departamento  que  habían  alquilado,  los  dos  bajaron a  dar  un  paseo  por la playa. Lo  puso  al  corriente  de  la  nueva  situación  de  sus  padres  y  del  giro  inesperado  en  su  propia  vida.  Hablaron  de  Federico y  acordaron  que  lo  mejor  sería  que  fuera  sincero  consigo  mismo  y  con  la  gente  que quería. Paula creía estar en una  nube.  Cuando  él  preguntó  con  tono  seductor  si,  al  ser  futuros  padres,  ya  eran  demasiado  mayores  para  hacerlo en el coche, ella no pudo evitar reír. Pero   en   esa   ocasión,   fue un acto de amor especial,  exquisitamente gratificante. El coche se hallaba a kilómetros de alguna parte.

 -Me  siento  como  un  crío  -gimió  él,  haciendo  que  se  sentara  encima-. Es demasiado pequeño, demasiado incómodo y las ventanas se están empañando. Pero, Dios, ¡Cuánto te deseo! 

-Bien  -se  abrió  la  blusa  para  que  pudiera  ver  la  plenitud  de  sus  pechos y experimentó un poder embriagador y gozoso al oírlo gemir.

-Tus pezones ya están más grandes y oscuros -probó uno con la lengua-.  Y  tus  pechos  más  pesados  -como  para  demostrarlo,  los  sopesó con las manos, como si se tratara de fruta madura, antes de regresar  a  la  tarea  de  probar  lo  que  sostenía-.  Estoy  impaciente  porque tu  vientre crezca con  nuestro  hijo  -murmuró  mientras  se  lo  acariciaba-. He echado de menos tocarte, hablar contigo, despertar a tu lado. Ahora eres mía y nunca voy a dejar que te vayas.

Paula suspiró  cuando  él  se  inclinó  para  succionarle  los  pechos.  Suya  para  siempre.  De  ese  hombre  complejo,  maravilloso  y  tierno.  De su amante oscuro, exigente y entregado...




FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario